Elisa Carrillo en la cúspide

AutorYanireth Israde

FOTO: ÓSCAR MIRELES

En el escenario, la bailarina Elisa Carrillo Cabrera se desliza diestra, leve, grácil, pero esta mañana, en la casa de su madre, en Coyoacán, sus zapatos de tacón resuenan al descender con brío la escalera hacia el vestíbulo, más terrenal que etérea.

La prima ballerina del Staatsballett de Berlín, una de las compañías de ballet más importantes del mundo, permanece una temporada en México para organizar Danzatlán, el festival híbrido -presencial/virtual- que su fundación presentará del 30 de julio al 7 de agosto en diversos foros del Estado de México.

En este encuentro, Carrillo ejecutará tres coreografías que le permitirán mostrar su dominio dancístico no sólo en el repertorio romántico, al interpretar el "Pas de Quatre", en versión de Anton Dolin a partir de la coreografía de Jules Perrot, sino también en el contemporáneo, con piezas de Nacho Duato y Mauro Bigonzetti.

También participarán otros bailarines del Staatsballett, del Bolshoi y de compañías del País, como la de Danza del Estado de México, la Capitalina de Danza y la Árbol de Ginkgo.

"Hago diferentes programas, busco cosas distintas para que vean cómo una bailarina debe tener muchos colores y ser versátil", dice la artista nacida en Texcoco, Estado de México, en 1981, ganadora en 2019 del Premio Internacional Benoit de la Danse, considerado el Oscar del Ballet.

Vestida de ocre y rojo, la espalda recta sin apoyarla un segundo en el respaldo del sillón blanco que ocupa, Carrillo apela a los matices y a las gamas cromáticas tanto en el arte como en la vida, y no excluye los pardos ni los grises, ni el dolor ni la pesadumbre, como la causada por la pandemia, que ha cerrado espacios a la danza en todo el mundo y la postró cuando enfermó de Covid-19, el pasado marzo en Alemania.

"Estuvimos sólo en casa, lo cual te permite estirarte y mantenerte, pero no es ni 30 por ciento de lo que hacemos normalmente. Los bailarines nos hemos adaptado para tratar de girar, de saltar en casa, pero además de que es peligroso, muchas veces no es lo mismo; estás encerrado en un lugar pequeño y lo que uno necesita es espacio para moverse. En Alemania estuvimos ocho meses con todo cerrado; fue muy duro. Y a pesar de que entrenas, llega el momento en el que dices: '¿cuándo voy a salir al escenario?', porque entrenas y puede que prepares alguna producción, pero después te dicen que seguirá cerrado el teatro y no vas a bailar. Entonces sí deprime", admite la artista, quien fue también la primera mexicana en convertirse en prima ballerina del Stuttgart Ballet.

LOS DÍAS FEBRILES

El agua brota de una fuente en el jardín, donde su hija Maya, sentada en la mesa frente a una maestra, repasa palabras en español. La mañana es fresca. Elisa Cabrera, su madre, ofrece un suéter a la bailarina, que ella rechaza diligentemente...

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