Opinión Internacional/ Elecciones en Estados Unidos: ¿Por qué no compartir el poder?

AutorSalman Rushdie

Anhelamos esa época inocente en que una mariposa no era una boleta electoral, y Chad era un lugar en Africa, en lugar de un diminuto círculo de cartón en la boleta electoral que indica la emisión del sufragio.

Quienquiera que gane esta elección, la pierde, se dice en ocasiones. Bush y Cheney nunca podrán hacer olvidar su derrota por

unos 300 mil votos en el conteo del voto popular. Mientras Gore y Lieberman serán siempre Sore-Loserman (el amargo perdedor) para la mitad del país.

Pero, en otros momentos, pensamos que todo el mundo ha perdido la memoria. Tal vez dos semanas después de que uno de los dos combatientes asuma la Presidencia, todo esto se disipará. Por tanto, después de todo, tal vez el que pierde, pierde. Nos rendimos. Estamos confundidos.

Hemos cesado de pensar si todo esto es divertido, o incluso triste. Esta es todavía la elección que Nader hizo naufragar, y que Elián torció, y que el partidismo de Katherine Harris descarriló y que los medios de prensa embrollaron, pero por sobre todas las cosas es una elección interminable y envuelta en un manto de legalidad brumosa, y ya prácticamente nos ha dejado de preocupar.

Pero debajo del aburrimiento sabemos que se ha registrado algún daño. Pasará mucho tiempo antes de que Estados Unidos pueda volver a predicar de nuevo al resto del mundo acerca de la transparencia en materia electoral. Esta elección ha sido tan transparente como un pantano de la Florida.

Los estadounidenses sienten reverencia por su democracia, por su Constitución, por su Presidencia, y en las últimas semanas se ha ocasionado daño a la creencia de los ciudadanos en esas instituciones.

¿Cómo pueden entonces ser restauradas la fortaleza de la República, la plenitud de Estados Unidos? Bush no parece interesado en tender la mano a Gore, y Gore ha estado demasiado comprometido en la pelea como para brindar más que una vacía aquiescencia a la noción de un país reunificado.

Lo cierto es que en muy raras ocasiones Estados Unidos ha estado más dividido que en esta circunstancia. Estados Unidos, que con tanta frecuencia se ha considerado el pacificador del mundo, necesita ahora hacer paz consigo mismo. Y tal vez pueda beneficiarse de la experiencia de otros pueblos divididos.

Estoy pensando especialmente en Israel, y en lo ocurrido después de la elección de Menajem Beguin en 1984.

El Gobierno de Unidad Nacional de Israel fue creado tras los comicios, una vez quedó claro que ni Yitzhak Shamir, del Likud, ni Shimon Peres, del...

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