Eduardo R. Huchim / Presidente de corbata torcida

AutorEduardo R. Huchim

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha llegado a la mitad de su sexenio con una aceptación que, pese a las críticas fundadas unas y desmesuradas otras, fluctúa entre 60 y 70 puntos porcentuales. La transformación que postula es aún incipiente, pero para bien o para mal -y ojalá que para bien-, la 4T está en curso.

Probablemente el propio mandatario está consciente de que falta mucho para lograr una transformación amplia no sólo porque el ancien régime se resiste a irse, sino también porque muchos de quienes llegaron con AMLO al gobierno no han sido inmunes a las seducciones y privilegios de la antigua manera de ejercer el poder.

La gran diferencia con el pasado es que desde la Presidencia ya no se conspira contra la nación ni se diseñan estrategias para apropiarse de jirones del tesoro público. Tampoco se autorizan gastos dispendiosos para la autocomplacencia y la vanidad. Y este conjunto virtuoso permea, así sea por goteo y no caudaloso, a la estructura gubernamental. No es lo mismo tener en la Presidencia a un narciso corrupto y corrompedor que a un político de espíritu franciscano a quien no le preocupa llevar torcido el nudo de la corbata.

En el discurso del 1o. de septiembre, con motivo del envío de su Tercer Informe al Congreso de la Unión, AMLO presumió siete indicadores históricos que han sido refutados en parte, pero la mayoría son reales y han sido reconocidos incluso por especialistas críticos. Los reales son: el monto de las remesas de trabajadores mexicanos en el extranjero; el crecimiento de los salarios mínimos; la estabilidad cambiaria y el nivel de las reservas internacionales.

El dato más relevante, sin embargo, es que los pronósticos catastrofistas sobre la economía no se cumplieron, pese a la mortífera pandemia que corre galopante en su segundo año. Uno de esos pronósticos, que durante décadas dominó el ambiente laboral, tampoco se cumplió. Es el relativo al salario mínimo que, se decía, causaría una desastrosa alza de precios si aumentaba en un porcentaje alto. El minisalario, hoy de 141.70 al día, ha crecido nominalmente 60% (casi 46% en términos reales) respecto a noviembre de 2018, algo sin precedente.

Tampoco tienen precedente el desempeño del peso, el mejor para un primer trienio en los últimos 25 años, y el freno a la cancelación de impuestos que antes se hacía a grandes grupos empresariales. Ahora los magnates -esperemos que todos- tributan sin privilegios.

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