Eduardo R. Huchim / El pintor de monstruos

AutorEduardo R. Huchim

A la luz de los aumentos impositivos que aprobó la Cámara de Diputados, refulge la ineptitud de la clase política. Hay discrepancias en el Senado respecto de lo aprobado por su colegisladora, pero difícilmente hará cambios sustantivos como sería, viendo el espejo de Irlanda y Alemania, reducir gravámenes en vez de subirlos. Difícilmente lo hará porque, con las naturales excepciones, nuestra clase política sólo mira hacia abajo o hacia el nivel de sus ojos, pero no más arriba. Elevar la mira no está en sus capacidades, y por ello los senadores tampoco se atreverán a afectar a la punta de la pirámide, aquella donde moran quienes reciben ganancias millonarias pero pagan al año ¡menos de 100 pesos de ISR!, como lo ha documentado la Auditoría Superior de la Federación.

Así, parece que las adecuaciones senatoriales obedecerán sólo al ajuste de cuentas derivado de los reproches del líder nacional del PAN, a las conveniencias de los gobernadores y a los intereses de Manlio Fabio Beltrones, quien por momentos rivaliza con Peña Nieto en lo concerniente a presencia en Televisa, empresa que, por virtud de una de las recientes decisiones en San Lázaro, se ahorrará 1,900 millones de pesos en derechos, como lo han denunciado los diputados Javier Corral y José Narro.

El gran error de la Cámara es que se ocupó únicamente del problema coyuntural, en una actitud que recuerda la célebre distinción (atribuida a varios autores) entre el político y el estadista: el primero actúa pensando en la próxima elección y el segundo lo hace pensando en la próxima generación. En palabras del grupo de especialistas de la UNAM que preparó un diagnóstico y propuestas sobre la crisis actual, "el problema principal de la economía mexicana no es un déficit circunstancial de las finanzas públicas (aunque se trate de la monumental cifra de 300 mil millones, digo yo), sino la permanencia de una estrategia que induce el desmantelamiento del aparato productivo y perpetúa la desigualdad".

Nadie puede objetar, racionalmente, la necesidad de que el Estado recaude más. Esto es ineludible, no sólo porque México es uno de los países de menor captación fiscal, sino porque tal necesidad se ha agravado con las vacas flacas petroleras de hoy, que sustituyen a las vacas gordas de ayer, sacrificadas en el matadero de la ineptitud, el dispendio y la corrupción. Pero las necesidades fiscales no pueden ni...

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