Eduardo R. Huchim / Aroma

AutorEduardo R. Huchim

Con las palabras se puede seducir y para hacerlo, dice Álex Grijelmo, no es necesario construir argumentos dirigidos a la razón sino buscar expresiones que "se adornan con aromas distinguibles", pues "convence una demostración matemática pero seduce un perfume". En su libro La seducción de las palabras (Punto de lectura, 2007), el periodista, escritor y presidente de la agencia EFE sostiene que "la libertad constituye un valor fundamental en el lenguaje de la seducción... incluso en los países que sufren una dictadura".

Cito estos breves fragmentos a propósito de los amparos interpuestos contra la reforma electoral de 2007 por organismos de empresarios y por un grupo de intelectuales, que han enarbolado una bandera común: la defensa de la libertad de expresión, que es el "aroma" arropador de otras razones no tan elegantes aunque pudieran ser legítimas.

En materia de medios de comunicación electrónica, la reforma constitucional de 2007 incluyó nuevas disposiciones que pueden resumirse así:

  1. Nadie, ni los partidos políticos ni cualquier persona física o moral podrá comprar tiempos en radio o televisión para difundir propaganda electoral.

  2. Los partidos y sus candidatos no podrán usar en su propaganda expresiones denigratorias o calumniosas.

La exclusión de terceros de la posibilidad de hacer proselitismo electoral y la proscripción de la propaganda negativa en medios electrónicos ya existían en la legislación vigente en 2006 (si bien ambas restricciones fueron burladas en el proceso comicial de ese año), pero no hubo entonces protestas por su existencia, como tampoco cuando fueron aprobadas tales prohibiciones. Ambas estaban ya en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) y lo que los legisladores hicieron en 2007, incentivados por las violaciones del año anterior, fue llevarlas al texto constitucional y diseñar las sanciones correspondientes. ¿Por qué ahora sí hablan las voces que no lo hicieron antes? La razón parece estar en una de las restricciones: la que impide a los partidos comprar tiempos en radio y televisión y, por tanto, pone fin a los multimillonarios ingresos que antes entraban a los medios electrónicos por concepto de propaganda electoral.

Aun así, los organismos empresariales tienen derecho a defender sus intereses y los intelectuales también, sea por los vínculos de varios de ellos con la radio y la tv o sea por su sola y respetable convicción de que la reforma electoral es inadecuada. Lo que...

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