Eduardo R. Huchim / La agonía del Político

AutorEduardo R. Huchim

Moría el año y el Político también se sentía morir. Hasta hace escasas dos o tres semanas estaba en la cúpula del poder. Bueno, en realidad ahí seguía formalmente, pero la enfermedad lo había inhabilitado y, además, muy claramente le habían dicho sus médicos que intentar gobernar desde el hospital podría acelerar su fin.

El Político había protagonizado la conseja hiperbólica de que en su territorio ni la hoja de un árbol se movía sin que él lo quisiera o, al menos, lo supiera y lo permitiera. Se había iniciado en un modesto gobierno municipal y su habilidad para lo que en México se llama hacer política y su buena presencia física le habían permitido construir una brillante carrera.

Ahora, asaeteado por las agujas que le proveían de suero y medicamentos, inmovilizado en su cama del lujoso hospital, el Político recordó una época dorada de su vida: su arribo a la cúpula de un órgano constitucional autónomo. Ahí aprendió que la autonomía, además de dar un relativo margen de maniobra, sirve también para disfrutar de elevados salarios y exageradas prestaciones.

Del órgano autónomo pasó a una gubernatura estatal y ahí, a la usanza de los señores medievales, se adjudicó grandes extensiones de terrenos, compró edificios y entró en complicidad con una pequeña empresa inmobiliaria que, mediante los jugosos contratos que le otorgó, creció y se diversificó. En seis años pasó a las filas de los más importantes grupos empresariales del país y, a través de una compleja red de escrituras y prestanombres, el Político se convirtió en uno de los principales accionistas.

Y después, el poder máximo. Lo asumió y ejerció con tal habilidad que sedujo a la oposición y logró reformas impensables apenas unos años antes. La caída en los precios internacionales del petróleo, el desnudamiento de un par de sus graves hechos de corrupción y la represión a cargo de policías y militares descompusieron el panorama de éxito, con el agravante de una fallida guerra contra el narcotráfico, que había ensangrentado a la nación.

Repentinamente, en los primeros días de diciembre, el Político comenzó a padecer agudos cuadros de insoportable dolor en la cabeza y el vientre. El diagnóstico fue que sufría un raro y devastador tipo de cáncer que crecía sin tregua y amenazaba convertirse en una metástasis irreversible. El Político entraba a veces en episodios de alucinación en los que hablaba de fantasmas que revoloteaban en su entorno, lo mordían,lo increpaban y lo...

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