Eduardo R. Huchim / Candidatos independientes

AutorEduardo R. Huchim

Acaba de darse una singular ironía que confiere actualidad al tema de las candidaturas no partidarias o independientes: días después de que la Cámara de Diputados aprobó por fin la llamada reforma política, que incluía ese tipo de postulaciones, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación confirmó la negativa del IFE a registrar como candidatos presidenciales a Manuel Clouthier Carrillo y otros ciudadanos que no tenían el cobijo de ningún partido político.

Las reformas aprobadas el 19 de abril de 2012 han generado entusiasmo -también preocupación- derivado del fin del monopolio de las candidaturas que detentaban los partidos, mismos que a golpe de antidemocracia se han situado, todos, en los niveles más bajos de la valoración ciudadana sobre las instituciones mexicanas. Creo conveniente ponerle sordina al entusiasmo por razones que veremos más adelante.

Los claroscuros

En la esencia de los candidatos no partidarios o independientes está la rebeldía contra los vicios de los partidos políticos, dominados por oligarquías partidarias que ignoran a sus militantes e incluso actúan contra ellos, y también está ahí la inconformidad con la manera en que se ejerce el poder.

Ensanchar el derecho constitucional de ser votado y eliminar la camisa de fuerza que implicaba la nominación partidaria constituyen una buena noticia para la democracia.

No obstante, merece atención la fundada preocupación de un sector de la sociedad que ve, en ese tipo de postulaciones, riesgos asociados con dos aspectos: la personalización de la política en detrimento de las instituciones (incluidos por supuesto los partidos) y el financiamiento ilegal. No es posible ignorar, en esta línea de pensamiento, fenómenos como los de Perot, Berlusconi o Fujimori y, entre nosotros, el del Doctor Simi.

Diego Valadés sintetiza bien los riesgos que sin duda acompañan a las postulaciones no partidarias: "las candidaturas independientes aparentan ampliar los derechos de los ciudadanos, pero en realidad encubrirían las elevadas posibilidades de manipulación electoral, los recursos oscuros en las elecciones, la creciente intervención de los grupos con poder financiero, el desprestigio de los partidos políticos y la menor capacidad del Congreso en el control político sobre el gobierno. Además de los candidatos de los partidos, podría haberlos con el apoyo subrepticio de organizaciones delictivas, de gobiernos extranjeros o de caciques convertidos en grandes electores, por ejemplo"...

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