Eduardo Caccia / Nueva generación

AutorEduardo Caccia

Los cambios sociales trascendentes se dan súbitamente ante un efecto de choque que edita nuestro sistema de comportamiento grupal (pensemos en la adopción del gel desinfectante ante la amenaza del virus H1N1 hace unos años) o bien mediante un cambio gradual (como fue el uso del cinturón de seguridad al conducir). Lo primero, dado su carácter disruptivo, suele ser poco grato. Generalmente los cambios planeados son una mejor alternativa.

En estas páginas se ha propuesto que para acabar con la corrupción debe haber una campaña focalizada para rendir frutos concretos en ciertas áreas como la circulación de vehículos (EL NORTE, 30 de julio del 2017). Me dio mucho gusto leer este planteamiento porque desde hace varios años yo he comentado que en el territorio de la vialidad (asunto mayor a la circulación de automóviles) tenemos un terreno fértil para lograr cambios concretos en nuestros usos y costumbres (o sea, en nuestra cultura). El tema de fondo es conseguir avances en un territorio que todos puedan observar para generar la confianza social de que otros cambios son posibles.

Además del uso de tecnología y de campañas como un Día Sin Mordidas, deberíamos visualizar que alrededor de la vialidad están prácticamente todos los ciudadanos: los dueños de vehículos, los que usan el transporte público, los que caminan, los que se mueven en bicicletas, los niños que van en los asientos traseros y son los futuros conductores.

Alrededor de todos ellos debería haber una estrategia para crear una educación vial, rama del civismo, si así lo queremos ver, que fuera obligatoria para todos a determinadas edades. Es más difícil exigirle a un ciudadano un comportamiento cuando nunca se le ha adiestrado al respecto previamente, por ejemplo, cuando era niño.

He contado que cuando viví en California tuve una experiencia reveladora mientras iba al volante. Llevaba a uno de mis hijos a la escuela y afuera de ésta había un operativo cotidiano: los niños de primaria dirigían el tráfico de vehículos y peatones (bajo la supervisión de un adulto, padre de familia o maestro).

Investidos con chalecos brillantísimos, un silbato y uno de los símbolos más fuertes de la legalidad del vecino país, la señal de STOP, los pequeños verdaderamente eran la autoridad vial en ese momento...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR