Eduardo Caccia / En los cuernos de la luna

AutorEduardo Caccia

Pues con la novedad de que ya somos A3 (si no me equivoco, la calificación más alta que ha conseguido México), de acuerdo con la firma fundada por John Moody, una de las dominantes en el mercado de calificadoras de valores. No es un logro menor y no les faltan razones a muchos políticos para festejar, pero hasta hoy dicho festejo es más bien para unos cuantos (algo así como la pachanga privada que en el Senado organizó el coordinador de los panistas, prueba mayúscula de que las neuronas, al menos las útiles, no han sido repartidas por igual, aunque unos tengan fuero constitucional).

Por allá de la segunda mitad de los años ochenta y principios de los noventa yo vendía Cetes, petrobonos y acciones listadas en la Bolsa Mexicana de Valores. Envestidos con la icónica calculadora HP12C, mis compañeros de casa de bolsa y yo hacíamos cálculos prodigiosos cuando subía el mercado, y buscábamos razones en los analistas para explicar una baja. Un rumor viviente me acompañó todos esos años, no faltaban los inversionistas que aseguraban que, ahora sí, el gobierno no iba a pagar los Cetes.

La deuda pública mexicana pagaba muchísimo más que los papeles considerados con menor riesgo, los bonos del tesoro norteamericano. No recuerdo cuál sería la calificación del riesgo país en aquellos años, pero era suficientemente mala para alentar los más inesperados descalabros y conjeturas, desde los traumáticos aumentos a las gasolinas, hasta las incontables devaluaciones; el dólar era el exorcismo más popular.

Recuerdo un cliente, hombre mayor, comerciante pragmático, rentista y poco especulador, que cuando yo le hablaba de justificaciones del mercado, proyecciones macroeconómicas, calificadoras de valores, rendimientos históricos y más, me miraba como quien observa al novillero el día de su alternativa, y me decía "ustedes los financieros viven en los cuernos de la luna". Luego me daba cátedra de realidad, donde ligaba a sus clientes morosos con la fila para comprar dólares, multiplicada por el rumor de café con los amigos, dividido por la baja en sus ventas. El resultado para él era que todo iba camino a la debacle a pesar de las calificadoras de valores.

Cuando supe de la caída de Enron y de cómo las calificadoras de valores quedaron en entredicho, me acordé de mi...

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