Editorialista Invitado/ El fin del PRI

Rafael Ruiz Harrell

El imperativo es evidente: para poder iniciar, al fin, con libertad, este nuevo siglo, debemos deshacernos de lo que queda del Partido Revolucionario Institucional. No podremos intentar alcanzar nuevos fines, ni revisar con claridad los viejos, mientras no consigamos la extinción definitiva del PRI y asistamos, jubilosos, a su final y perpetua inhumación.

La evidencia, como siempre, está en los hechos y se reitera en casi todas las entidades en las cuales el priísmo está virulento todavía: Tabasco, Chiapas, Yucatán, Veracruz, México. En todas ellas resulta obvia la acumulación de errores, prepotencias, imposiciones y ladronerías del que hasta hace poco fuera el partido oficial. No hay una sola en la cual el priísmo consiga ocultar su naturaleza de parásito del poder ni su instinto de piojo presupuestal.

El problema no sólo está en el costo sino también en el ruido. El ejemplo más prolongado está en la ínsula priísta, al parecer con afanes separatistas, que Víctor Cervera ha instalado en Yucatán. Quizá el más primitivo y fraudulento haya sido el interinato del interinato que cubrió Roberto Albores en Chiapas; el más inútil y costoso el de Miguel Alemán en Veracruz; el más desmedidamente tonto el de Arturo Montiel en el Edomex, pero el más ruidoso es sin duda el escándalo madracista que trae ensordecido a Tabasco y, con él, a buena parte del resto del país.

A nadie asusta que a veces la democracia se manifieste a manotazos y enronquezca a gritos: nadie la recomendó por educadita y bien portada, pero sí molesta que se pretenda confundirla con una gritería que no tiene más fin que impedir su llegada y estirar hasta los límites de la más ficticia legalidad la continuidad de un ex Gobernador cínico y pillo.

Lo que enoja es tanto y tan necio estorbo, tanto ruido que impide pensar y no conduce a nada, tanto alboroto de un partido que sigue gritando sólo para no darse cuenta que ya dejó de ser.

Sí: la única solución es reunir cuantas firmas sean necesarias para que adquiera validez el acta de defunción del PRI.

Objeción

Se dice que hay priístas y priístas. Hay quienes dicen que unos son saurios crudelísimos y otros renovadores cada vez más silenciosos. Hay muchos, se insiste, que son astutos y sagaces. Otros nada más son inteligentes y hay algunos -son el grupo más pequeño-, que sólo pasan por ser hombres buenos.

Las diferencias pretenden servir para evitar una condena unánime que homologue a todos los priístas. Hay algunos, se...

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