Editorial
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EDITORIAL
En una sociedad en la que históricamente siempre han sido sujetos vulnerables, las
mujeres no tienen más opción que ser proactivas en todos los ámbitos en que se
desempeñen: individual, familiar, social, profesional, laboralmente han tenido que
duplicar sus esfuerzos para sobresalir y, aun en nuestros días, sólo para sobrevivir.
En el movimiento feminista esa actitud ha sido indispensable para desbrozar con éxito el
camino que las mujeres han tenido que transitar para deshacerse del férreo dominio mascu-
lino y misógino del mundo en el que les ha tocado vivir; sujeción que todavía en la actualidad
mantiene a muchas de ellas en una lucha por sus derechos más elementales, en esencia por
la equidad respecto de los varones, por la libertad respecto del anquilosado sistema patriar-
cal y por una vida libre de violencia.
Por fortuna, sus avances en esa lid, en la que se han enfrascado con tenacidad, inteligencia
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dójicamente, han conformado una sólida valla que las mantiene a salvo de la desigualdad y
la indefensión.
sufragistas más importantes del siglo en Inglaterra, Mary Wollstonecraft, quien dijo:
“Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino
sobre ellas mismas”. Y vaya si lo han logrado. Por otra parte, la
feminista estadounidense de principios del siglo Virginia
Satir, sentenció: “No podemos dejar que las percepciones
fundamentos de ese tipo, las mujeres de hoy han
de su objetivo más anhelado: la libertad.
Y la conquista de ese valor supremo será
consecuencia de su proactividad innata y de su
fortaleza revolucionaria.
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