Editorial

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Editorial
El encabezado de un diario del 8 de marzo decía: “¿Hay algo qué celebrar?”, este
cuestionamiento denota una falta de credibilidad tanto en los mecanismos como en
las estrategias para poner fin a los flagelos que siguen victimizando a las mujeres en
todos los ámbitos sociales: el feminicidio, la brecha salarial, la discriminación por pobreza
o raza, el machismo, los derechos sexuales y reproductivos, la trata, la prostitución y el
esclavismo, mismos que siguen siendo asuntos postergados en las agendas de los gobiernos.
Las denuncias diarias por una o más muertes de mujeres en todo el mundo es altamente
preocupante, y éste fue el motivo que abanderó las celebraciones del Día Internacional de la
Mujer. En casi todos los países del mundo la conmemoración del 2016 consistió en la toma
de las calles para exigir justicia y reclamar igualdad entre hombres y mujeres. La marea
lila valenciana replicó su llamado a nivel internacional: “Sin feminismo no hay revolución”.
La conmemoración que por un lado implica denuncia, también se convierte en festividad
al tiempo que la manifestación sirve para reivindicar los derechos, y dar visibilidad a los
problemas y discriminaciones que todavía se sufren en muchos países, principalmente en
los menos desarrollados.
Sin duda, no hay que considerar una batalla perdida cuando se denuncian las múltiples
problemáticas que cotidianamente vive la mujer, por el contrario, la inconformidad que se
denuncia es más visible que aquella que se calla, y bajo esta premisa es claro que sí hay
razones para celebrar.
No obstante, este día no implica una celebración de cenas, presentes y felicitaciones, como
lo predica la banalización capitalista, por el contrario, se conmemoran las manifestaciones
protagonizadas por obreras textiles el 8 de marzo de 1857, en Nueva York. Medio siglo más
tarde, en marzo de 1908, unas 15 mil obreras marcharon por la misma ciudad al grito de
“¡Pan y rosas!”, sintetizando en esta consigna sus demandas por aumento de salario y por
mejores condiciones de vida.
Asimismo, la historia hace referencia a los hechos que sucedieron en 1908, cuando murieron
calcinadas 146 trabajadoras de la fábrica textil Cotton de Nueva York, tras el incendio
generado por las bombas que les lanzaron ante la negativa de abandonar el encierro en que
protestaban por los bajos salarios y las infames condiciones laborales que padecían.
En este contexto es significativo el mensaje del Secretario General de las Naciones Unidas,
Ban Ki-moon, con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer: “Hemos
roto tantos techos de cristal que hemos creado una alfombra de añicos. Ahora estamos
barriendo las ideas preconcebidas y los prejuicios del pasado para que las mujeres puedan
avanzar y cruzar nuevas fronteras”.

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