Ecos de Viaje / Desde Nueva Zelandia

AutorAdalberto Ríos

El trabajo me lleva a Nueva Zelandia y me hace ver lo poco que sé de ese país. He escuchado de su privilegiado nivel de vida, de su espléndida y cuidada naturaleza, de la cultura maorí, de su buena fama en el rugby, de su rica ganadería y que durante la guerra fría se decía que era la única región del mundo que podría escapar de la catástrofe nuclear

Llegada

Salimos de Los Ángeles el domingo a las 11 de la noche, volamos 13 horas y cuando aterrizamos en Auckland eran las 5 de la mañana. Hasta ahí todo iba bien... Lo sorprendente es que era martes y comenzaba el día. ¿Y el lunes? ¿Dónde había quedado el lunes? El San Lunes, tan respetado por muchos paisanos, sobre todo los paisanos albañiles.

Había perdido un día de mi vida sin sentirlo, el día me pasó de noche. Estoy sentado en el aeropuerto de Auckland esperando el vuelo a Queenstown, veo el enorme jumbo en el que vine, decorado con motivos del Señor de los Anillos (por si alguien dudara de la fuerza de los medios).

Para entretenerme reviso la impecable folletería de la empresa aérea de Nueva Zelandia y encuentro la solución; promete que de regreso le devolverán a uno ese día de su vida, palabra del Señor... de los Anillos.

Un país muy lejano

Aquí los campesinos trabajan y viven de verdad como la gente (como los aquí fotografiados). Las carreteras son tan limpias como sus paisajes. El agua de sus lagos, nos dicen, se puede tomar en un vaso y beberla. Sus políticos no salen en la TV robándose hasta las ligas, ni sus jóvenes se "expresan" agrediendo las casas de los vecinos con aerosoles.

Como visitante, uno se siente extraordinariamente bien en un país donde la seguridad y la honradez se respira; sin cuadros patológicos de ambiciones, donde sería impensable disimular una...

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