Ecos de Viaje / Diabluras

AutorAdalberto Ríos

Se supone que la figura del diablo debe inspirar terror, amedrentar a los pecadores... Sin embargo, en muchas partes se le ve con humor y hasta como invitado especial de las festividades.

En el corazón de Madrid

Los Jardines del Buen Retiro, conocidos sencillamente como El Retiro, están entre los paseos favoritos de los madrileños.

El parque de 118 hectáreas fue obsequiado al Rey Felipe IV por el Conde-Duque de Olivares en 1630.

Carlos III permitió la entrada al público con la condición de que fueran bien aseados y bien vestidos a tan hermoso bosque.

En su teatro se presentaron las grandes obras del Siglo de Oro de Calderón de la Barca y Lope de Vega.

El Retiro es famoso por su pabellón de exposiciones, su lago, fuentes y por tener un monumento de características únicas.

Resulta que en 1874, a iniciativa del duque Fernán Núñez, el escultor Ricardo Bellver realizó la única estatua dedicada al diablo, justo en el momento en que se convertía en tal: El Ángel Caído.

Diablitos hidalguenses

Al visitar edificios religiosos virreinales del estado de Hidalgo llamó mi atención la frecuencia de diablos representados en sus muros.

En el convento de Actopan, lo mismo en la capilla abierta que en la magna escalera o en grisallas de sus pasillos, ahí están los diablos.

Éstos aparecen tentando a mujeres con hermosos huipiles. Amedrentando y atormentando.

En la gran escalera, un diablo con un barril, muy parecido al usado por los pulqueros en sus burritos, asciende una cuesta, seguramente para poner a salvo su preciada carga.

En la pequeña iglesia de Xoxoteco, los diablos aparecen cocinando a la gente en parrillas.

Me pregunto a qué se debe tanto diablo. Quizá los habitantes de ese territorio no aceptaban a los religiosos. Esto me recuerda un mural, en Tlaxcala, donde unos religiosos adoctrinanan a indígenas con diablos revoloteando.

En ese mural, los personajes tienen globitos de dialogos que contienen parlamentos. En un burdo intento aleccionador...

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