Una dulce tradición

AutorMaría Luisa Medellín

Estantes y mesas alargadas lucen rebosantes de charolas con pan recién salido del horno, a la manera artesanal, impregnando el aire de dulzones aromas que apremian a saborear una pieza con una taza de café o chocolate humeante.

Hay gorditas de azúcar y empanadas de nuez, cajeta, piña y manzana, hojarascas, cemitas de manteca, turcos, baguettes con ajonjolí y relleno de queso crema, donas con interior de dulce de leche, mantecadas con blueberry, conchas y empanadas de calabaza cocidas en comal de acero.

Al fondo del local, de muros blancos y medianas proporciones, se exhiben los pasteles en refrigeradores: mousse de mango, fresa, piña colada, limón, de plátano con zarzamora, mil hojas y zanahoria, entre muchos más.

Y mientras se decide qué pan llevar, no hay como sentarse a saborear una porción de las pizzas de la casa, que se exhiben en el mostrador.

Es casi imposible imaginar que la elaboración de estas delicias tuviera un amargo origen: la bancarrota de una familia empresarial y próspera de Allende, que en aquel fatídico diciembre de 1994 se vio obligada a aventurarse e iniciar, en números rojos, la panadería y pastelería La Fragua.

"El negocio mío era la exportación de cítricos y como se iba a firmar el Tratado de Libre Comercio, me dijeron: 'Prepárate porque esto va a ser un boom'. Saqué créditos para modernizar los equipos e invertirle más, pero llegaron las devaluaciones y los intereses subieron del 18 al 164 por ciento anual. Fue algo insostenible y quebramos", expone con voz clara y fuerte Everardo Salazar.

"Para ir liquidando los adeudos tuve que vender mi patrimonio, excepto mi casa, y quedamos en menos cero. No se veían opciones, pero mi esposa sabía de repostería y cocina, y nos animó a emprender esto", detalla alzando sus cejas pobladas y mirando a su alrededor.

En realidad, ríe María Antonieta Ibarra Tamez, su familia no le apostaba a la panadería, pero no les quedaba de otra.

Recuerda que sus hijos, Everardo y Omar Gerardo, hoy piezas clave del negocio, en el que también elaboran banquetes, le decían: "No, mami, nada más vas a ganar centavitos en el pan. ¿Cómo vamos a sacar esto adelante?".

En ese tiempo, Omar Gerardo cursaba la prepa y Everardo estudiaba inglés en la Universidad de Arkansas, pero al verla tan rebasada por el trabajo, no dudaron en abandonar sus estudios para apoyarla incondicionalmente.

Incansable, María Antonieta confiesa que hubo días en los que la depresión le ganaba, ya que de mantener un nivel social y...

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