Christopher Domínguez Michael / El ideólogo y su público

AutorChristopher Domínguez Michael

De todos los escritores mexicanos, Salvador Novo fue la medida de Carlos Monsiváis. Para algunos, quizá, el alumno superó al maestro en fecundidad, en valentía. Hijos únicos, homosexuales, Novo y Monsiváis murieron tras muchos días de hospital y ambos fueron velados en los museos y palacios de la vieja ciudad que amaron, repartiéndosela -un siglo corto partido a la mitad- entre los dos. Será apasionante comparar La vida en México, de Novo, con las crónicas completas de Monsiváis que habrán de editarse algún día. Novo admiraba mucho al "sabio Monsiváis" y el joven mantuvo su amistad con él pese al respaldo del maestro a la ocupación militar de Ciudad Universitaria en 1968. Monsiváis, por cierto, condenó en 2006 la ocupación, por parte de los partidarios de López Obrador, su candidato, del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Monsiváis, en Salvador Novo: lo marginal en el centro (2000), el más personal de sus libros, nos explicó cómo Novo conquistó la Respetabilidad. La vida misma de Monsiváis, tan distinta, también representó un combate por la Respetabilidad, la que le otorgó a un conjunto de nuevos y viejos valores democráticos: el reconocimiento jurídico de la diferencia sexual, la libertad efectiva de cultos, la tolerancia pública de la protesta social y de las garantías que el Estado debe otorgarle. El liberal que acabó por ser juarista hasta en su resignada conformidad ante la purificación que habría de imponernos un autócrata justiciero, el radical a quien cegaba su igualitarismo social, el casi jacobino Monsiváis, lo dije hace años y lo repito hoy, elevó la calidad de nuestra democracia mucho antes de que ésta iniciará su exasperante y peligrosa adolescencia, en la que sobrevivimos.

Algunos de los homenajes recitados, cantados y escritos tras la muerte de Monsiváis insisten, con un afán sectario un tanto masoquista, en subrayar su eterna condición de crítico del poder, aseveración que merece matizarse. En los 70, tras 1968, Monsiváis, pertrechado en el suplemento cultural de Siempre como maestro de varios de quienes hoy están entre nuestros grandes escritores, representaba a uno de los más efectivos focos de oposición intelectual al régimen autoritario. Aprendió, allí, a jugar en varias mesas al mismo tiempo con pocas, pero valiosísimas fichas y lo hizo brillantemente si tomamos en cuenta la manera en que la transición y la alternancia lo retribuyeron. A partir de 1997, Monsiváis disfrutó la legítima satisfacción de ver gobernar...

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