¿Dolores Guerrero, influencia de Acuña?

AutorAndrés Henestrosa
Páginas597-598
¿Dolores Guerrero, influencia de Acuña?
Yo participo en un programa de televisión que lleva por título “Charlas Mexi-
canas”. Son mis compañeros de charla, José Vasconcelos y Alfonso Junco. Los
temas, sugeridos por el público, se refieren a cuestiones de la cultura mexica-
na en sus diversos aspectos, sin faltar los meramente literarios, pues hay que
advertir que son los de orden político los preferidos. Pues bien, la doctora García
Torres nos propuso uno del tenor siguiente: ¿Si Sor Juana Inés de la Cruz es la
poeta por excelencia de la era Colonial y Pita Amor y Concha Araiza lo son de
este siglo, no podía considerarse a Dolores Mijares como la poeta del siglo XIX?
Si bien los tres estuvimos de acuerdo en la primera parte de la proposición,
unánimemente discrepamos de las dos restantes. Vasconcelos, que tiene a or-
gullo desconocer estas minucias de las letras patrias, aparte de postular que no
hay más poeta que Homero, soslayó el tema; Junco trajo a cuento el nombre
de Josefa Murillo como posible mejor poeta de la pasada centuria, recitando
aquel poema de la veracruzana sobre la querella acerca de lo que es el amor.
Por mi parte, recordé a la propia Josefa Murillo, a Isabel Prieto de Landázuri
y a Dolores Guerrero, aunque sin proclamar a ninguna de ellas como posible
par de Sor Juana Inés de la Cruz. Pero no es eso lo importante de la cuestión:
lo importante de la cuestión es que me ha permitido volver a las poetas mexi-
canas del siglo pasado, a las pocas antologías de poesía femenina que están a
nuestro alcance, a los escasos estudios sobre la materia.
Así, yendo de una poeta a otra, de un florilegio a otro florilegio, de una
historia literaria a otra, volví a dar con los Poetas mexicanos (Buenos Aires, 1896)
por Carlos G. A mézaga. Y ahí una breve digresión sobre Dolores Guerrero
–dice– que murió en 1858 a la temprana edad de veinticinco años, fue una poeta
notable por la sinceridad de sus versos. Leyendo los apuntes biográficos de esta
joven, se reconoce en ella un tipo de angelicales prendas, una de esas mujeres
todo corazón y ternura, que no saben mentir y que en las llamas del único y
grande amor, desaparecen como la mirra sobre encendidos carbones, no dejando
otra huella que su perfume. Recuerda luego una estrofa muy popular en el siglo
pasado en que la Guerrero se declara con impetuosidad extraña a su sexo:
A ti, joven de neg ra cabellera…
AÑO 1958
ALACE NA DE MINUCI AS 597

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