La doctrina platonica de los colores: una interpretacion realista.

AutorTxapartegi, Ekai

RESUMEN: Algunos de los últimos avances en el debate sobre la naturaleza de los colores han contribuido a una mejor comprensión de la doctrina platónica sobre los colores. Siguiendo esa estela revisionista, en la primera parte del artículo presento una interpretación de corte realista de dicha doctrina. En la segunda, argumento por qué ésta no puede intitularse más finamente, ni como fisicista ni como primitivista. A mi entender, ese ejercicio exegético permite justipreciar el valor contemporáneo de la doctrina de los colores de Platón, ya que las incipientes propuestas realistas pueden ahora afirmar legítimamente que el antecedente histórico que parecía faltarles se encuentra, precisamente, en los diálogos platónicos.

PALABRAS CLAVE: Platón, saturación, brillo, fisicismo, primitivismo

SUMMARY: Recent developments in the atea of the rnetaphysics of color have led to a revision of the interpretation of Plato's doctrine. Following this revisionist trend, I presenta realist interpretation of bis doctrine on colors and argue why it cannot be further specified as either physicalist of primitivist. This exegetic exercise allows the appraisal of the contemporary value of Plato's doctrine on color. Incipient realist theories of color can now legitimately claim that the historical antecedent that they seem to lack can be found, precisely, in the platonic dialogues.

KEY WORDS: Plato, saturation, brightness, physicalism, primitivism

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La creencia fundamental del realismo cromático, que los colores son parte del mobiliario mundano y que son ontológicamente independientes de los sujetos que los perciben, es sumamente intuitiva. Sin embargo, históricamente los filósofos modernos en su conjunto rechazaron el realismo cromático por considerarlo incompatible con la mejor descripción científica disponible de los objetos coloreados y del proceso perceptual. Es significativo que Hume, por ejemplo, tachara al realismo cromático, no sin cierta sorna, de "vulgar opinión" (Treatise, Libro I, sec. II). Sólo muy recientemente se ha introducido el realismo acerca del color en la selecta lista de ideas filosóficamente respetables. (1) Eso, a su vez, ha acentuado la impresión de que es una posición que carece de tradición filosófica. Se tiende a dar por hecho que quienes afirmen que los colores son parte del mobiliario mundano y que son ontológicamente independientes de los sujetos que las perciben deben asumir su orfandad filosófica. El principal objetivo del presente artículo es mostrar que ese prejuicio histórico no corresponde con la realidad. Creo posible colegir que las teorías realistas del color también gozan de cierta tradición filosófica de la cual Platón es el máximo exponente. Con ese propósito, trataré de sacar su propuesta a la luz y argumentar que Platón concebía los colores como moradores por derecho propio del mundo natural. El segundo objetivo de este artículo es recuperar aspectos de su doctrina para la filosofía contemporánea. En este sentido, cuando menos espero poder justificar que, al igual que presentamos a Newton y a Locke como los padrinos del subjetivismo y del disposicionalismo, respectivamente, del mismo modo deberíamos comenzar a presentar a Platón como el padrino de las teorías realistas contemporáneas del color.

Antes de emprender esa tarea, sin embargo, creo conveniente recordar la razón por la cual se debería rechazar la interpretación subjetivista que tradicionalmente se ha planteado sobre la doctrina de los colores de Platón. Dicha interpretación subjetivista, que fue auspiciada por los más respetados exégetas del siglo pasado, como Taylor (1928) y Cornford (1937), está excesivamente influida por la teoría newtoniana. Ya he argumentado en otro sitio (Txapartegi 2008) que habría cierto interés filosófico no declarado en acercar la doctrina de los colores de Platón hacia la teoría subjetivista de Newton porque, entre otras razones, se asumió que la teoría newtoniana era la única concepción filosófica científicamente seria, y que cuanto más se acercara la concepción de Platón a la de Newton, más reluciría la primera. Por fortuna, esa interpretación subjetivista ya ha sido severamente contestada. McDowell (1973, p. 117), por ejemplo, objeta que no se debería atribuir a Platón el lenguaje de los sense-data. Burnyeat (1990), por su parte, cuestiona que el Teéteto se comprometa con el relativismo atributivo. Y en Txapartegi (2008) argumento, en contra de Gulley (1962), que de la analogía entre los colores y las letras del alfabeto no se sigue que Platón aceptara la tesis de la incognoscibilidad de los colores. Por eso, en este artículo no voy a ahondar en la crítica exegética. Considero que esa serie de objeciones han dejado sin su principal fundamento la interpretación subjetivista tradicional y se abre la posibilidad, que se explora en este artículo, de un Platón realista respecto de los colores.

La situación teórica en el debate actual sobre la naturaleza de los colores ya no concibe las teorías subjetivistas como las únicas científicamente serias y eso permite una lectura de los diálogos de Platón no limitada por ese constreñimiento externo. De hecho, esa nueva situación ha beneficiado, a mi entender, tanto a la exégesis platónica como a la filosofía contemporánea. Platón debe a la filosofía contemporánea una interpretación más acorde con su concepción de los colores y menos contaminada por el subjetivismo de corte newtoniano. En la primera sección presento dicha interpretación, enfocándome sobre todo en la parte más original. A su vez, la filosofía contemporánea debe a la doctrina de los colores de Platón el hallazgo de un cotizado antecedente realista. Así, en la segunda sección argumento a favor de la legitimidad de considerar su doctrina como un antecedente realista, aunque también advierto que aplicando estrictamente la clasificación contemporánea de las teorías realistas sobre su doctrina, ésta no quedaría propiamente clasificada ni como fisicista ni como primitivista.

  1. La función del color

    A continuación presento una original interpretación de lo que Platón escribe en el Timeo (67c3-68d7) sobre los colores. Si mi interpretación es correcta, en esa parte del Timeo Platón trata de presentar el origen y la identidad más fundamental de los colores que percibimos en el mundo. Pretendía crear un modelo explicativo que, aunque hoy sabemos que es empíricamente falso, le permitiera mostrar que ciertos fenómenos cromáticos bien conocidos como la diversidad cromática, la saturación o el brillo podrían al menos tener una explicación empírica razonable. Creo que hasta la fecha esa parte sustancial de su doctrina, que nos muestra el grado de sofisticación de su concepción de los colores, ha pasado inadvertida. De ahí se seguirá, sin embargo, que su doctrina pueda ser legítimamente considerada como un antecedente interesante de las teorías realistas contemporáneas.

    1.1. De fuegos y llamas

    El principal hecho sorprendente con el que se enfrenta la explicación de la visión es la distancia espacial entre los objetos percibidos y nosotros. Para explicar cómo podemos ver desde la ladera del río las cimas de las montañas, por ejemplo, es necesario postular la existencia de algo que conecte las cimas de las montañas con nuestros ojos. Mínimamente, si no se postula ningún intermediario causal, la visión a distancia no queda explicada. O algo se traslada de allí aquí o algo se traslada de aquí allí. O, como pensaba Platón, las dos carreras son verdaderas. Del lado de los ojos se expande el flujo visual, que ha sido generado por la combinación entre lo que emana de nuestros ojos y la luz diurna. Esa primera fusión tiene la función de posibilitar la visión. Del otro lado, del mundo natural, provienen "ciertas emanaciones de las cosas" (Menón 76c6-7), i.e., los fuegos o las luces que irradian los objetos constantemente. Así, cuando el flujo visual, convertido ahora en un cuerpo que temporalmente se extiende del órgano visual, intercepta esos fuegos que provienen de los objetos surge la visión (Timeo 45b2-d3), (2) que es característicamente cromática.

    Creo entender que ambos tipos de flujos (el flujo visual y el flujo objeto) se insertan en la teoría de la visión para explicar la distancia entre lo percibido y el sujeto que percibe visualmente. Es interesante ver, sin embargo, que al flujo objeto también se le asigna otra función, i.e., explicar la naturaleza del color. (3) Es decir, según el Menón (76d4-5), los colores son (o, al menos, se encuentran entre) aquello que procede constantemente de los objetos: "El color es una emanación de las figuras, proporcionado a la vista y, por tanto, perceptible." En el Timeo (67c6-7), Platón repite básicamente la misma afirmación. El color es la "llama que fluye de cada uno de los cuerpos y con sus partículas proporcionales a nuestra visión posibilita la percepción". Es natural leer esos pasajes como definiciones nominales que nos indican cuál es la naturaleza real de los colores. El color es idéntico al flujo de partículas (o figuras) que sale del objeto (Taylor 1928, pp. 277-278). En la visión, la función explicativa de la llama que sale del objeto sería la misma que la función epistémica del color, i.e., posibilitar la percepción visual de los objetos distantes así como la de sus propiedades. (4) La explicación natural de la atribución cromática es, por lo tanto, bastante sencilla: vemos los objetos durante el día y vemos cómo son porque hay un flujo, una llama o una emanación de partículas (o figuras); es decir, el color, que se traslada constantemente desde cada uno de ellos. Al igual que la luz diurna es la condición de posibilidad para que podamos ver los colores, porque sin él no habría flujo visual, los colores son la condición de posibilidad para que podamos ver los objetos y sus propiedades a distancia, porque el flujo visual únicamente detecta colores. (5) La función del color es posibilitar la visión a distancia.

    1.2. Intuiciones prenewtonianas

    Con...

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