Doce testimonios del exilio

AutorAntonio Saborit

Como lector es normal que te preguntes qué relación existe entre un narrador y el lugar y las personas sobre las que escribe, pero tu actitud cambia si, en lugar de un profesional de la palabra, estás ante un profesional del pasado. En ningún caso las relaciones con las personas y los sitios son sencillas. Ni el narrador ni el historiador son protagonistas. Ambos ejercen una forma de autoría y sus páginas son a la vez un lazo y una barrera.

Los historiadores no suelen imaginarse como autores, pero la gran mayoría vive estas que son dos de las grandes certezas de la profesión de un narrador: desarrollan su actividad en soledad y saben que la práctica no hace sino regatear cualquier mayoría de edad en el oficio. No importa cuántos se sientan llamados a ejercer tan grave ministerio, lo cierto es que son sólo unos cuantos los elegidos. John Berger alguna vez escribió que sean cuales sean los motivos, políticos o personales, que lo llevan a emprender la narración de algo, la narración se transforma, desde el comienzo, en una lucha por darle sentido a una experiencia. Escribir sobre el pasado tiene sus límites, y aunque no tiene un territorio tan propio como las normas para su asedio, el acto de contar consiste en acercarse a la experiencia narrada; del mismo modo en que el acto de leer debiera ser, en el mejor caso, aproximarse a la vida.

¿Cómo te acercas a la experiencia? Por medio de las historias que la misma experiencia despide, parece sugerirnos Dolores Plá en El aroma del recuerdo. Narraciones de españoles republicanos refugiados en México (INAH, 2004).

Del taller del historiador, Dolores Plá extrajo las voces de 11 personas nacidas en distintas cunas, en las primeras décadas del siglo 20, y para quienes la vida no era precisamente un paseo, aún antes de que entrara en escena el personaje ininteligible de la catástrofe de una guerra, lo que llevó a todas estas personas a conocer las dimensiones de su propio instinto de sobrevivencia, las trampas del azar más la necesidad de compartir la sal del exilio con el pan de la bondad de los extraños. Estas 11 personas se criaron bajo el consentimiento de la regla de diversas gramáticas familiares y las siete notas de la esperanza grabaron en su sensibilidad una melodía propia, sí, pero más adelante aprendieron juntas que son necesarias muchas vidas para entender por qué, si en verdad el tiempo es un falso curandero, es mucho más fácil que el día menos pensado te abraces en medio de la calle con el...

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