Doblemente parlanchines

AutorMaría Minero

La curiosidad y facilidad de aprendizaje en los menores hacen que rápidamente puedan introducirse a un nuevo idioma. Esperar a que sepan leer y escribir no son requisitos.

"El cerebro del niño es muy moldeable y susceptible a nuevos aprendizajes, sobre todo, por medio de la observación, la escucha y el tacto", señala la psicóloga Andrea Armendáriz, especialista en didáctica.

Imágenes, elementos auditivos y juguetes son las principales herramientas a las que se recurre para que el menor comience con una segunda lengua.

Una de las fórmulas utilizadas en preescolar es enseñarles una canción sobre una nueva palabra, mostrarles una imagen y permitirles que jueguen con algún objeto relacionado, ejemplifica.

Aunque se inicia con cosas pequeñas, en los preescolares bilingües es muy importante que la mayor parte del tiempo practiquen el segundo idioma, ya que la lengua materna la hablan dentro de su entorno familiar.

Sin embargo, Armendáriz también recomienda que los padres sepan ese segundo idioma, pues eso permitirá reforzar el vocabulario.

De acuerdo con la especialista, la edad adecuada para que a un niño se le enseñe otro idioma es a partir de los tres años, una vez que se le ha fomentado la lengua materna.

"Si desde un principio les enseñamos a hablar la lengua materna y un segundo idioma, no tienden a confundirse, pues son muy capaces de identificar cada uno", resalta.

El cerebro a una edad temprana es similar a una esponja que absorbe todo aquello en lo que se le instruye, y a los pequeños también les ayuda el estar despejados de los quehaceres diarios.

Un niño de tres a 12 años aprende más rápido que un adulto o adolescente, porque no hay...

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