Doblan el miedo con valentía

AutorRoberto Zamarripa

¿Cuántas veces esta gente ha vestido de negro para caminar ahora de blanco?

A decir de las pancartas y las mantas con lemas de enojo y fotografías amplificadas del álbum familiar, varias, muchas.

Extraña suerte de manifestación. Vienen a marchar en silencio, desgañitados de hacer denuncias y encontrar impunidad. Vienen del miedo para hacerse valientes. Parecen salir de los túneles del Metro, descender de los camiones alquilados, de las peseras, de los autos lujosos, de los destartalados. En familia a marchar.

En realidad, muchos de ellos han salido ultrajados de la cajuela asfixiante; del cañón de la pistola que les rascó la sien o las costillas, de la golpiza, del hospital donde convalecieron por el pulmón perforado con un navajazo, del minitaxi donde fueron sometidos, de la cinta canela que atenaza, de la llamada anónima, insultante que extorsiona, de los desvelos para reunir rescates.

El oleaje blanco es de cuatro, cinco o seis kilómetros. A veces aplaude porque esta prohibido hablar. Pero no resisten y en el Zócalo se desquitan. Mezcla de emociones, histerias, enojos, reclamos, mentadas, indignaciones y vociferación mediática.

Por encima de ello, el sonoro reclamo mudo.

...

Enmascarado, puntual, Superpayaso Coco Amarillo, servidor y amigo, fue mucho tiempo rudo. Ciento setenta y seis luchas para ser exactos. Invicto de rudo, decidió pasar a técnico porque su vestimenta atraía a los niños. Su máscara gris tiene una peluca con tiras de estambre amarillo, vistosas a la hora de los vuelos en el ring. De los orificios de la máscara asoma una nariz chata. La punta se ve deforme, chueca de tanto golpe. Las cejas güeras y los ojos claros. Al frente de una cuarteta de enmascarados, Superpayaso Coco Amarillo, servidor y amigo, con 37 años en el negocio de los encordados marchó hasta el Zócalo con la cuenta de una derrota que todavía le pesa. Uno de sus hijos fue secuestrado hace cuatro años en Ecatepec.

"Me exigían más de un millón doscientos mil pesos que no tenía a la mano. Si ustedes supieran que como todo mundo (los luchadores) estamos al díaó".

Superpayaso Coco Amarillo, servidor y amigo, pagó el rescate. Encontró a su hijo muerto, con un tiro de gracia.

Los secuestradores saben más de lo que conocen los aficionados. Saben su nombre y han visto su rostro. Ser enmascarado no fue una protección sino un motivo. Hoy está amenazado de muerte por uno de los supuestos secuestradores que salió de la cárcel tras un año de estancia.

Superpayaso...

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