Diván Especial/ La muerte, de principio a fin

AutorJosefina Leroux

(Segundo de la serie La muerte, tu muerte, mi muerte...)

No existe ningún dato que relacione la muerte con problemas de conducta en los niños. Ellos, para sorpresa de los adultos, la viven con menos pena que los mayores, por eso se recuperan más pronto que los grandes después de las pérdidas.

Sin embargo, los niños viven los problemas como los viven sus padres y si ellos se deprimen, se abandonan, lloran o se desesperan, conducirán a los pequeños a hacer lo mismo, pero si los vivos saben despedirse de sus muertos, levantar su ánimo y rescatar su sentido de existir, los niños los imitarán.

María Nagy fue una de las pioneras tanatólogas que estudiaron las reacciones de los niños ante la muerte después de la Segunda Guerra Mundial.

Esta investigadora encontró que los más pequeños piensan que uno puede morir y resucitar; creen que los difuntos comen, duermen y se comportan como los vivos. Según van creciendo, aprenden que el acto de morir es irreversible, pero se imaginan a la muerte como un personaje, puede ser una calavera, un ángel o el mismo Niño Jesús que viene por la gente para llevársela.

Es hasta alrededor de los 10 años, según Nagy, cuando los niños se dan cuenta de la realidad del acto de morir. Además de la edad, la personalidad del niño, su familia y su cultura influyen significativamente para la interpretación de la muerte.

Para ayudar a la aceptación del fin de la vida de una persona, es importante que los niños participen en los ritos que se ofrecen en cada cultura, ya que forman parte del duelo.

Cuando por tratar de protegerlos se les impide asistir a los funerales, misas o entierro de un ser querido, frecuentemente se sienten mayor tiempo angustiados, inquietos e incrédulos acerca de lo que pasó, y pueden tener mayor dificultad para aceptar la pérdida.

Los adolescentes

También los y las adolescentes que les toca enfrentar la muerte reaccionan según su madurez, su personalidad y sus circunstancias.

Si son chicos rebeldes con problemas de conducta con escasa comunicación familiar, la pérdida de alguno de sus padres puede provocarles enormes sentimientos de culpabilidad y remordimientos.

Algunos adolescentes pueden tener más pretexto para beber en exceso o drogarse, comportamientos que sí ya tenían pueden exacerbarse. Las consecuencias de la muerte pueden ser incluso más difíciles de enfrentar que el mismo deceso; es el caso de los hijos mayores que de pronto deben asumir responsabilidades de adulto para sustituir los papeles...

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