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DISCULPE LAS MOLESTIAS... / No con el huevo

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Vincent
AutorJulio Trujillo

Desde hace días y semanas nos obsesiona un tema extraordinario (aunque ha surgido por las peores razones): el huevo.

Camus dijo que el único tema relevante de la filosofía era el suicidio, pero se le olvidó el huevo: ése sí que es un asunto central, un bello nudo metafísico que siempre nos superará.

El huevo, o su ausencia. Es difícil de creer, pero en esta vibrante ciudad faltan huevos. Nadie ignora que dicha escasez no se debe a una baja producción, sino a un proceso de especulación: estamos atrapados en la guerra del huevo. Los productores lo acaparan, hacen sus cálculos, esperan el mejor momento para sacarle jugo al huevo. Y aunque Marcelo Ebrard, con buenos reflejos políticos, encaró el desabasto y puso a circular un tráiler con 15 toneladas de huevo a 20 pesos el kilo en colonias populares, hoy siguen faltando huevos y recomiendo encender los focos rojos pero ya.

Quien crea que esta ciudad -que ha sobrevivido a todo, que sigue de pie en medio del caos, el ruido y la furia- va a resistir mucho tiempo sin un abasto normal de huevos, se equivoca. Podemos contra todo, pero necesitamos huevos. ¿Qué sería de esta megalópolis sin unos huevos revueltos, estrellados, rancheros, motuleños, poché, divorciados, a la veracruzana, tibios, a la mexicana, rotos, duros, poblanos, benedictinos, tarascos, tirados, al albañil, ahogados, volteados, gratinados, charros, sincronizados, al nido, envueltos y en omelette? Sería sencillamente el acabóse.

El huevo es el centro de todo y no se puede especular con eso.

El poeta Josef Brodsky ansiaba un idioma que denominara al huevo con una sencilla y redonda "o", y tenía razón: en la ovalada circularidad del huevo cabe todo. Mundos enteros pueden cifrarse en esa perfecta configuración. No jueguen con el huevo, señores.

¡Ahora quieren importarlo de Estados Unidos! ¡Habrase visto semejante patada en nuestro orgullo!

Y...

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