DISCULPE LAS MOLESTIAS... / Aquí

AutorJulio Trujillo

Llevamos ya varios meses atestiguando, desde una vida que se adapta a todo, la discrepancia de un montón de gente que dice no.

Y el lugar para decirlo es el centro de los poderes: nuestra querida y odiada Ciudad, capital de un País ligeramente esquizofrénico. Pero eso está bien: la identidad a ultranza suele desembocar en proyectos peligrosos y, sobre todo, estúpidos. A mí no me importa que mi amigo de Los Mochis sea radicalmente distinto a mí, en un sentido contextual: ¿por qué habríamos de parecernos? Me importa su amistad, eso sí, como me importa la amistad de mi amigo de Australia. Las verdaderas semejanzas suelen ser culturales y biográficas, no asentadas en límites territoriales ni mucho menos nacionalistas. Mis coincidencias con Javier son de hombres cultos, o mejor: curiosos. No puedo no saber: un mínimo de información está a la mano, un mínimo de datos para el día. Podemos esculpir, con eso que sabemos, nuestro lunes.

Pues bien: nuestro País enloquecido reconcentra sus cuitas en la ciudad capital, y llevamos ya varios meses padeciendo o siendo parte de un descontento que paraliza. Porque la expresión del descontento es la ruptura, el corte de la circulación, el grito inesperado en una charla que dizque funcionaba. Algo está mal y lo sabemos. Podemos desesperarnos porque veinte personas bloquearon una calle, enojarnos legítimamente, pero algo está mal. Enrique Peña Nieto y Miguel Ángel Mancera no están haciendo bien las cosas. Hay un montón de gente enojada: hay un montón de gente discrepando directamente en la...

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