Por la diferencia y la libertad

La diversidad cultural y la libertad de expresión son los temas del Congreso Mundial de Escritores organizado por el PEN Club Internacional, que hoy se inaugura en Bellas Artes. Fundado en 1921 para promover la cooperación intelectual y defender la creación literaria, el PEN celebra por primera vez su congreso en México, con la participación de la Nobel Nadine Gordimer, Mario Vargas Llosa, Fernando Vallejo y Michael Ondaatje, entre otros escritores. En el marco del encuentro, ofrecemos tres textos de La prisión donde vivo.

Antología del PEN de escritores encarcelados, editado por Galaxia Gutenberg, y un poema de Homer Aridjis.

El rey de la soledad

Por Wole Soyinka

Los momentos en que uno se siente más vulnerable son los de antes de despertar, los que salen a la superficie entre la capa más alta de la conciencia y la realidad del pisar tierra. Pienso en las peligrosas mañanas de esta manera: tal vez hay demasiadas conciencias revoloteando sobre una superficie común en esa hora, demasiados montones de ropa en la playa y mentes drogadas que entran y salen sin huellas propias. Si un hombre en ese estado escogiera la ropa equivocada, o flotara sin encontrar ninguna, todo misteriosamente se desvanecería...

Cada día me cuesta más encontrar mi ropa. Prendas sueltas me miran a la cara, una camisa manchada, calzoncillos largos, sandalias desparejadas. Luego cometo errores y recibo extrañas miradas, a veces oigo una risa burlona. ¿Cuánto tiempo dura? ¿Una fulguración, como en los sueños? ¿O una eternidad? ¿Cuánto tiempo ha durado la búsqueda? ¿Es cada día más larga? ¿De quiénes son los rostros que se reconocen vagamente? ¿Cómo echa raíces tan reales una simple metáfora? No es posible tener el mismo sueño un amanecer tras otro. Tal vez ese pensamiento haya generado terror y la mente salte instintivamente hacia el miedo enterrado, provocado por el despertar que se aproxima.

Mis sueños me llevan hacia aquel lago, volviendo una y otra vez hacia mi búsqueda obsesiva entre rostros extraños, los pies arrastrándose con un terror creciente, un miedo al error, un miedo de despertar siendo un extraño para mí mismo.

Conozco la causa. Conozco el suceso de hace unos días cuya definición evito. Está claro que es el pánico. ¿Pero la causa inmediata? El cierre con clavos. Hago un diagnóstico de esa experiencia sin precedentes: la claustrofobia.

Se desbordan las represiones ciegas, aplastantes, un chorro de humos ponzoñosos en los atrapados sedimentos de mi cápsula de aislamiento..., de repente en el silencio de la noche me arrancaron del sueño como si mi cápsula se hubiera convertido en una simple burbuja en el lago de la conciencia. La cápsula resistió, se negó a estallar. Arañé su lisa superficie y pedí aire. Fue un despertar frío, noche de harmatán. El frío intensificó el aislamiento de la burbuja, el pánico llegó en puñaladas de presión helada. ¿Por qué? ¿Por qué esa repentina obstrucción de mis pulmones? Mis latidos se indisciplinaron enloquecidamente, oí su martilleo en mi cabeza y mis puños apretados se convirtieron en algo vivo, un pájaro frenético presionando contra mi alma. Era latido, puro latido. Sentí que mi corazón estaba a punto de estallar, que la cápsula se desintegraba. Una manada de sementales golpeaba mis sienes.

¿Se puede...

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