Diezma a Monclova una gran epidemia

AutorMario Alejandro Tapia

El cura de la iglesia de Santiago Apóstol no se daba abasto a mediados de 1833. Diariamente tenía que recorrer por entero la ciudad, dar los santos óleos a varios de los habitantes de aquella norteña población, acudir al hospital militar, atender a los pacientes, escuchar gritos y lamentaciones, registrar los decesos en el acta parroquial y verificar que los entierros se efectuaran en las condiciones debidas.

A los ojos del padre Francisco Soberón, Monclova estaba herida de muerte. Los años anteriores no habían sido sencillos para la entonces capital del estado de Coahuila y Tejas. Las continuas incursiones de los indios bárbaros —que, de acuerdo con los pobladores de aquellas latitudes y épocas, habían declarado la guerra contra los blancos— arrastraban consigo vidas de personas y ganado, disminuyendo el crecimiento de la economía del lugar.

De acuerdo con un documento del Congreso del Estado, fechado en 1827, de 1813 a 1824 entre cuatro y seis mil hombres habían perdido la vida a causa de las incursiones de cherokees, shawnees, kikapús, deluas y quapas en la totalidad del territorio coahuiltejano –como se le conocía entonces. Monclova no se había salvado a estas vicisitudes.

Sin embargo, fue en 1833 que un nuevo enemigo entró en la ciudad. Un enemigo, hasta entonces desconocido en todo el país. Un enemigo que estaba llamado a provocar miles de víctimas en la mayor parte del extenso territorio nacional. Esta vez no se le podía aniquilar con el fuego de las escasas armas con las que contaba la población o contener con campañas militares.

La epidemia del cólera morbus se adentró en cada una de las casas de Monclova. Con los primeros enfermos, diagnosticados al comenzar el mes de agosto, las autoridades decidieron implantar medidas de sanidad de la más alta categoría para aquellos tiempos.

Otros estados solicitaron recetas medicinales que detuvieran el creciente mal. Una de ellas llegó desde Monterrey, hecha por el doctor Ignacio Zendejas, y de inmediato fue mandada imprimir para distribuirla a todos los habitantes. El método curativo no consistía en otra cosa que el peyote y la cal.

El doctor entendía a la enfermedad como “una descomposición… de los jugos digestivos con desprendimiento de gases mortíferos, que ocasionan los horribles síntomas que se sufren en dicha enfermedad; siendo la gangrena y la muerte su último resultado”.

Añadía Zendejas que su receta era la que mejores resultados había dado entre los enfermos de este mal, y...

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