Enrique Krauze/ Diez precisiones sobre la cuestión indígena
Autor | Enrique Krauze |
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La nación mexicana tiene una deuda histórica de 500 años con sus indígenas
La deuda existe, sin duda, y es enorme, pero también es justo ponderarla en términos comparativos con la historia de las dos Américas, la latina y la sajona. En el Perú los indios y los blancos han vivido por siglos apartados unos de otros, los primeros en la sierra, los segundos en la costa. Los divide un muro de resentimiento, recelo y odio que no pocas veces estalló en feroces rebeliones milenaristas. En otros países del sur se aplicó a los indios, casi en su totalidad, la "solución final": el exterminio. En Estados Unidos se estableció un vergonzoso y humillante apartheid. El cuadro en México fue distinto. Aquí España no se guió por la doctrina de la "servidumbre natural" de Ginés de Sepúlveda, sino -al menos en parte- por las ideas de Fray Bartolomé de las Casas y los misioneros franciscanos, agustinos, dominicos y jesuitas que llevaron a cabo la conquista espiritual. En Nueva España, desde la aprobación de las Nuevas Leyes en la época de Carlos V (1542), las instituciones y leyes indianas ofrecieron un margen de protección a los indios. Es cierto que el orden liberal del siglo XIX les quitó ese amparo (que por otro lado los condenaba a seguir siendo menores de edad), pero al hacerlo aceleró su incorporación al México más moderno a través del mestizaje. La Revolución Mexicana ahondó esa tendencia étnica y cultural, y corrigió al liberalismo de varias maneras: debido a la profunda huella del zapatismo, recobró la vocación tutelar de las Leyes de Indias, retomó ciertas prácticas de origen prehispánico (el ejido, por ejemplo), revaloró la cultura indígena e intentó -sin demasiados frutos si se quiere, pero de manera genuina- atender y respetar a las comunidades indígenas. En otras palabras, la gran mayoría de los indios mesoamericanos se integró racialmente con los europeos y con la población negra, y al hacerlo participó en la construcción de la nación mexicana; por otro lado, los pueblos indios que permanecieron como tales fueron objeto, sí, de explotación y despojo, pero no de segregación o exterminio, y se les dedicaron sucesivos programas de protección. Por desgracia, algunos enclaves (Chiapas el más notorio) fueron la excepción: allí no hubo mestizaje, tutela, instituciones de protección, y sólo tardíamente hubo una reforma agraria. Y en muchas zonas del país, aun sin padecer los extremos de racismo y opresión característicos de Chiapas, las comunidades sobrevivieron con inmensa dificultad. Allí siguen. Son 10 millones de personas, el 10 por ciento de la población que vive con 10 pesos diarios y merecen, en efecto, respeto pleno a su identidad y un acto de reivindicación moral, jurídica y social.
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Antes de la llegada de los españoles, los indígenas vivían en una Arcadia
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