Dietas: El ritual de enero

AutorMaría Luisa Medellín

Un día de enero hace 10 años, Susana se paró frente al espejo. Al ver los incipientes pliegues de grasa que se le formaban bajo la blusa, y sentir que la falda le apretaba, hizo el firme propósito de ponerse a dieta.

Llegaba a la mayoría de edad y la asaltaba la ansiedad de unirse a la legión de la esbeltez que la bombardeaba desde los medios de comunicación, los almacenes, y más frontalmente entre su círculo de amigas en la facultad.

Por recomendación adquirió un frasco de pastillas para quemar calorías, promovidas, además, como energizantes. Varios meses las tomó en forma intermitente y con un par de kilos menos las dejó, porque hasta muy entrada la noche la mantenían despierta.

Ese fue el comienzo en la espiral de las dietas, geles, pastillas, fajas, licuados y aparatos reductores, en la que de cuando en cuando toma un respiro, y cada enero sin falta vuelve a iniciar, en un ritual que se ha vuelto una costumbre y muy poca realidad.

Más tarda en entusiasmarse por una dieta que lee en una revista, por una crema que le sugiere una amiga, o por algún método nuevo, que en dejarlo, y sorprenderse por el arranque de un nuevo calendario.

"Uno de mis propósitos para el 2003 es seguir, ahora sí, una dieta hasta mantenerme en un peso estable", jura Susana, quien mide 1.65 y pesa 68 kilos, 10 más de los que debería tener. "Voy a cruzar los dedos".

Lo ha repetido tantas veces en el pasado, entre alzas angustiosas y bajas estimulantes, que da la impresión de querer convencerse a sí misma.

En esta ocasión ha elegido la dieta "para estar en la zona" -muy de moda, por cierto- que combina hidratos de carbono, proteínas y grasas rigurosamente controladas en cada comida.

Es el enésimo régimen alimenticio en el que se embarca. A ver si no se aburre, se desespera, se desanima, piensa que sale muy caro, se deslumbra con otra novedad, y a fin de cuentas desiste en el intento.

El año pasado, por estos mismos días acudió a la clínica del doctor Jorge Ramos Pérez, mejor conocido como "El Chino", y después de pagar consultas quincenales de 200 pesos durante tres meses y de someterse a las sesiones de acupuntura que incluye el tratamiento, dejó de asistir.

"Ay, ya ni me acuerdo realmente porqué dejé de ir. Yo creo que porque bajaba, pero muy despacio, y yo quería algo más rapidito".

Precisamente en ese lugar, una de estas frías mañanas docenas de mujeres y menos varones van, vienen y toman asiento en espera de consulta.

En la popular clínica de la colonia Chepevera, la nutrición y la acupuntura hacen mancuerna para regular el metabolismo y, por tanto, disminuir la masa corporal en un periodo de por lo menos nueve meses iniciales.

El vestíbulo se asemeja más a confesionario que a...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR