Diego Valadés / Elección de ministros

AutorDiego Valadés

El debate acerca de la elección popular de los ministros de la Suprema Corte tomó una ruta razonable cuando el líder de la Cámara de Diputados abrió un espacio para escuchar argumentos, a favor y en contra.

En una democracia ninguna institución es intocable. Uno de nuestros problemas mayores consiste en la intangibilidad de enclaves de poder, como la presidencia de la República. A partir de la reforma de 1977 ha habido avances en los sistemas representativo, electoral, judicial y municipal; pero el presidencialismo permanece inmutable. Las hegemonías personalistas, en lo nacional y en lo local, se han opuesto a los ajustes democratizadores y suelen desviar la atención hacia otros espacios, como sucede ahora con la Corte.

Desde 1995 la Corte es un auténtico tribunal constitucional. Las minorías parlamentarias pueden impugnar las normas adoptadas por la mayoría cuando consideran que hay elementos inconstitucionales, y se faculta a los diferentes órganos del poder para defenderse ante la invasión de sus competencias. Las acciones de inconstitucionalidad y las controversias constitucionales son garantías para hacer valer la primacía de la Constitución.

En un Estado constitucional alguien tiene que asegurar que las normas ordinarias se sometan a las que rigen como supremas y a los tratados internacionales en materia de derechos humanos. Por eso los tribunales constitucionales actúan como "legisladores negativos", pues por encima de lo que aprueba el legislador ordinario hacen valer lo dispuesto por el legislador constitucional. Como es comprensible, este control jurisdiccional genera tensión con los Congresos y a veces también con los gobiernos.

En México la hostilidad contra el tribunal constitucional ha escalado hasta el paroxismo. El presidente de la República, incomodado por las declaraciones de inconstitucionalidad de algunas de sus decisiones y de ciertas leyes promovidas por él, emprendió una ofensiva sin precedente imputando a los ministros el delito de corrupción. Si contara con elementos para sustentar sus acusaciones debería ponerlos en conocimiento del ministerio público, pero las características del embate permiten colegir que se trata de una estratagema para conquistar la mayoría calificada en la próxima legislatura, pretextando que la Corte le impidió cumplir con su programa político y que por lo mismo es necesario sustituirla.

El ardid de enardecer los ánimos es para forzar una consulta popular acerca de la elección...

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