Diego Valadés / Confianza y Estado de derecho

AutorDiego Valadés

"No se puede confiar en medio del caos", afirmó Niklas Luhmann.

En efecto, la confusión afecta las complejas formas de interacción que propician la confianza. De ahí la relevancia de la encuesta sobre ese asunto realizada por Reforma.

Entre abril de 2013 y agosto de 2015 los indicadores apuntan en un sentido descendente de la confianza en todas las áreas medidas. El Ejército pasó del 69% al 52; la Iglesia Católica del 59 al 54; la Comisión Nacional de los Derechos Humanos del 55 al 35; el Instituto Nacional Electoral del 50 al 34; el gobierno federal del 46 al 27; el Congreso del 29 al 24; la Suprema Corte del 42 al 24; la policía del 32 al 20 y los partidos del 25 al 16. Lo que varió en cada caso fue la magnitud, no la tendencia a la baja.

La lectura de esos registros no nos puede dejar indiferentes. La medición fue sobre las instituciones, no acerca de las personas, de manera que el fenómeno que debe ser atendido es ese, el institucional. Una primera lectura nos indica que las dos corporaciones mejor posicionadas, Ejército e Iglesia, apenas inspiran confianza a poco más de la mitad de los mexicanos.

Si de ese universo institucional sólo nos quedamos con los tres órganos que realizan funciones concernidas con la generación y la aplicación de normas: Congreso, gobierno y judicatura, encontraremos que al menos siete de cada diez mexicanos les desconfían. Esto es excesivo. Implica, sin eufemismos, que una gran parte de la sociedad reprueba al elenco completo del poder constitucional.

Cuando se plantea el problema del Estado de derecho entre nosotros, no podemos ignorar el significado de esos datos. Con independencia de los números, lo llamativo es la disminución continua de la confianza, sin que en ninguno de los casos medidos se haya observado siquiera una oscilación. Hace poco más de dos años el panorama ya era digno de alarma; ahora, si nada se hace para revertir ese proceso decreciente, cuesta trabajo imaginar en qué punto se detendrá.

Es posible que la velocidad de caída disminuya, pues de seguir el ritmo que lleva en otro par de años podríamos llegar a una situación inmanejable, lo cual no se aviene con los intereses de la propia comunidad. Pero esta es sólo una apreciación basada en que prevalecerá la racionalidad, en tanto que llevar la desconfianza mucho más allá del nivel actual implicaría riesgos mayúsculos para la convivencia nacional.

Por otro lado, una vez puestos en la pendiente de la desconfianza creciente, sería...

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