Diego Valadés / Asambleas constituyentes

AutorDiego Valadés

Es posible que en México asistamos al inicio de un nuevo ciclo constituyente. Al haber quedado atrás la estrategia de reformas políticas incrementales se han acumulado tensiones no resueltas, y expectativas y demandas crecientes. Además, el déficit de gobernabilidad se sigue acentuando, al grado de darse fenómenos como el de la comunidad empresarial de Acapulco, que se inconforma ante la "doble tributación" a la que está sujeta: la legal y la ilegal, y pide la suspensión de la primera porque la segunda es más contundente en sus procedimientos coercitivos: secuestra y asesina.

El déficit de gobernabilidad no es menor en Ciudad de México, donde se propone como solución lo que fue un lugar común en el siglo XIX: un constituyente. La Constitución local pudo muy bien haberse hecho por la Asamblea Legislativa recién elegida. El decreto de reformas constitucionales de enero de 2016 pudo establecerlo así. Pero eso no habría bastado para distraer a la comunidad. Quizá la dificultad de procesar una Constitución en una Asamblea fragmentada donde el partido en el gobierno es la segunda fuerza, llevó a buscar mayores márgenes de seguridad política.

Para no correr el riesgo de descalabros territoriales se optó por la fórmula de la representación proporcional pura para elegir sesenta de los cien diputados constituyentes. Será la primera vez que se aplique esta modalidad electoral sin combinarla con la mayoritaria. No veo qué argumentos se podrán aducir en el futuro para negar al país lo que se le otorga a la capital.

Si desde el punto de vista jurídico era innecesario convocar una Asamblea constituyente, es de suponer que la decisión obedeció a motivaciones ajenas al derecho que en el futuro también podrán contar como precedente. Se abre la posibilidad de que los partidos políticos que no alcancen el gobierno en 2018 puedan exigir otro proceso electoral inmediato y de estricta proporcionalidad, con el pretexto de que sea constituyente. Buscarían así un acomodo del poder diferente al obtenido en la elección federal y sería difícil que el partido en el gobierno, si fuera minoritario, pudiera oponerse con éxito. Un partido minoritario gobernante dispondría de escasos márgenes para negarse a esa nueva elección, máxime si así se lo plantearan como condición el partido o los partidos con los que quisiera construir una coalición de gobierno.

Tal vez quienes toman las decisiones calculen que es inevitable un próximo constituyente nacional y quieran...

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