Diego Valadés / Contrarreforma política

AutorDiego Valadés

La reducción del tamaño del Congreso sería una concesión a la corriente de opinión pública adversa a los partidos, al Congreso y a la política en general. Esta posición tal vez sea mayoritaria ahora mismo; crecerá aún más si se somete a plebiscito. Hacer política alimentando la antipolítica puede convertirse en un juego peligroso hasta para quienes lo promueven.

La reducción del tamaño del Congreso a expensas de diputados y de senadores de representación proporcional estimula más las respuestas emocionales que los planteos racionales. Los principales argumentos para suprimir 100 diputados y 32 senadores son facilitar los acuerdos y reducir el costo de ambas cámaras. Veámoslos.

Reducción del costo. Se ha hecho el cálculo de que cada diputado implica una erogación de 3.7 millones de pesos anuales. Es probable que ese monto sea inferior, pero démoslo por bueno. Ahorrar las dietas y demás asignaciones de cien diputados supondría 370 millones. El monto de los ingresos de 32 senadores es menos de la mitad de esa cifra.

Facilitación de los acuerdos. Todos los congresos y parlamentos de los sistemas constitucionales cuentan con órganos internos de gobierno compuestos por representantes de los grupos parlamentarios. Esos órganos acuerdan la agenda, definen las prioridades de la asamblea, determinan los órdenes del día y hasta el tiempo asignado en la tribuna a cada grupo. Ninguna asamblea de un sistema estable funciona de manera tumultuaria o espontánea.

El órgano interno de gobierno suele tener un tamaño reducido, sin importar el de la asamblea. Cada uno de los dirigentes que lo integra hace valer la posición de su bancada y negocia hasta que se define una mayoría. A su vez los grupos parlamentarios funcionan en su interior como pequeños parlamentos donde las diferentes corrientes se expresan de manera libre y en igualdad de condiciones. Por lo mismo, el mayor o menor tamaño de la asamblea general es irrelevante para alcanzar acuerdos.

Un argumento adicional en el caso del Senado consiste en señalar que los senadores de lista no representan a ningún estado. En ese caso hay que tener presente que desde hace tiempo el Senado se transformó en un órgano representativo de la nación, no de las entidades federativas.

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