Diario Íntimo de Lulu Petite

Disfruté al sirenitoLulu Petite

EL GRAFICOQuerido diario: Luis es uno de mis clientes. Hacía rato que no lo veía, por eso resultó más extraño cuando, hace algunas semanas, soñé con él. Estábamos en una playa. El clima era bueno y el mar, con el azul intenso del Pacífico, lucía tranquilo. Estábamos ahí él y yo, metidos hasta la cintura en el agua, apenas sintiendo el vaivén de las olas. Se sentía bien en el sueño, pero entonces Luis se sumergió como un submarino y no salió nunca. Yo metí la cara al agua, como si pudiera allí, pero no había nada. Lo raro es que me pareció normal, como si un hombre al nadar pudiera desaparecer en el agua. Al despertar estaba tranquila, pero preguntándome por Luis.

No sueño muy a menudo con mis clientes. De hecho, rara vez recuerdo mis sueños, pero éste me quedó fresco. Luis nadando en el mar, sumergiéndose como pez y desapareciendo en el azul infinito. Aquel sueño me vino a la memoria esta tarde, cuando Luis me llamó.

?¡Hola Lulú! ¿Podemos vernos?

Le contesté que sí, pero no le comenté nada sobre mi sueño del sirenito ¿Qué se suponía que le dijera? No iba a arriesgarme a sacarlo de onda contándole que lo había soñado.

Una hora después estaba llegando a su motel. Pasé por la recepción, subí por el ascensor y atravesé el pasillo en completo silencio, haciendo sonar mis tacones en el piso de madera pulida.

Abrió de inmediato y me mostró su media sonrisa. Todo transcurrió normal. Nos pusimos a platicar para romper el hielo. Es un hombre divertido y muy buen conversador. Sólo por quitarme la curiosidad, le pregunté si le gustaba nadar y dijo que sí, pero que no lo hace mucho.

Comenzamos a ponernos románticos. Me tomó por los tobillos y me masajeó los pies mientras me daba besitos en las rodillas, en los muslos. Es lo que le gusta. La docena de veces que nos hemos encontrado se comporta igual, sin demasiadas variaciones. Le gusta tocar, admirar, consentir y ser consentido.

De pronto se puso de pie y se bajó el bóxer hasta los talones. Entonces sacó una pierna y con la otra lo hizo volar. Estaba activo y energizado. Su pene estaba listo, formado y firme como un soldado.

?¿Me ayudas? ?preguntó sin quitarme sus ojos de encima.

Alcancé el condón y, antes de colocárselo, lo chaqueteé unos minutos, sintiendo su sexo entero y firme. Entonces me ayudé de los labios para bajarle el preservativo hasta la base y dejarlo dispuesto para lo que íbamos.

Primero se inclinó para besar y luego me ofreció sus manos para que me pusiera...

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