Diario Íntimo de Lulu Petite

Lamía mis piesLulu Petite

EL GRAFICOQuerido diario: A Moisés le gustan mis pies. Supongo que tengo un buen par de pies. Cinco dedos en cada uno, pies bien cuidados, tersos y limpios. No me puedo quejar. Pero él los adora a un punto que a veces se me hace exagerado. Es su fetiche. El jueves en la noche no paraba de llevárselos a la boca. No en plan tragón, sino para besarlos, acariciarlos con sus labios, presionarlos contra su nariz aguileña.

?Me encantan ?decía.

En este oficio hay que estar preparada para ese tipo de cosas. Así que las cosquillas aprendí a dominarlas. Y después de todo Moisés sabe cómo manipularlos.

Tomó el izquierdo por el empeine suavemente y lo levantó hasta su rostro. Mis dedos sobresalían de sus manotas de gigante. Entonces los olisqueó. Su barbilla tersa acarició mis plantas como un juguete para hacer masajitos ricos. Así pasamos un buen rato, él restregando su rostro contra mis talones.

A Moisés lo conocí hace dos años. Es viudo desde hace cinco y le costó acoplarse a ese estado civil. Lo intentó con algunas mujeres de su trabajo, pero al final encontró refugio en las sexoterapeutas profesionales. Es buen cliente, muy respetuoso y afectuoso. Es algo serio para mi gusto, pero cuando se suelta se suelta.

Mordió de a mentiritas mis dedos, haciendo gruñidos de perro juguetón. No reaccioné y aguanté sus embates. Si algo le excita más que todo es que no me resista y le siga el juego, que lo disfrute. Estábamos completamente desnudos y mientras él se entretenía con mis pies yo me pellizcaba los pezones o me tocaba el clítoris, mordiéndome los labios y mirándolo fijamente a los ojos.

Su miembro empezaba a elevarse como el cuello de una grúa y todo él, su cuerpo, su figura, irradiaba una sensación de imán y atracción carnal que me recorría toda la espina.

De pronto empezó a sobarme dedo por dedo, presionando con un toque exquisito cada nervio de mis pies. Pero lo que es Moisés, no dejaba de verme. Sus retinas se habían clavado en las mías. Sostuvimos esa mirada como si nos dijéramos todo sin necesidad de más.

Entonces me agarró por los tobillos delicadamente y llevó mis pies hasta su entrepierna. Ubicó estratégicamente mis plantas en torno de su pene erecto y empezó a chaquetearse con ellos. Esto le gusta sobremanera y es una señal de que está listo para subirle la temperatura al momento.

Gimió antes de dejarse llevar por el placer, cerrar los ojos y dejar caer su cabeza hacia atrás. Sus dedos rodeaban mis tobillos y...

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