Diario Íntimo de Lulu Petite

Entre más cojo...Silvia Ojanguren

EL GRAFICOQuerido diario: Lo que a Carlos le falta de pierna, le sobra de entusiasmo. Tiene una pierna unos centímetros más grande que la otra y usa uno de esos zapatos especiales, con suela de plataforma, para nivelarse. A primera vista ni se le nota.

Lo conozco desde el 2015. Es un hombre muy trabajador y le va bien en los negocios, pero le costaba trabajo socializar, especialmente con chicas. Es tímido y cuando trataba de entablar conversación, siempre pensaba en su pierna y se ponía tan nervioso que se quedaba helado, sin decir una palabra. Desde luego, fracasaba en el amor y comenzó a compensarlo contratando servicios como el mío.

Hace esfuerzos por disimular lo de su pierna pero, en verdad, ni se le nota. Incluso descalzo, sin su zapato para equilibrar, no cojea. Lo hemos platicado y poco a poco ha superado la timidez que le causaba esa condición.

El jueves me habló porque quería sexoterapia. Es muy caballeroso. Cada que nos citamos me lleva flores. No un ramillete ni un arreglo exagerado. Una orquídea, un tulipán, siempre una sola flor. No es que deba hacerlo, pero es un detalle tan de él, que me encanta.

El jueves no fue la excepción. Una rosa amarilla reposaba en mi lado de la cama. Nos pusimos al día brevemente mientras nos desvestíamos mutuamente, nos acariciábamos y nos dábamos besitos de novios. La piel se me puso de gallina cuando me lamió el borde de la oreja y me dijo que me deseaba. Estaba acomodada sobre su regazo y sus manos encontraban poco a poco el paso entre mis rodillas, indagando más a fondo por mis muslos, siguiendo directo hasta mi entrepierna. Me entregué a su tacto y lo rodeé con los brazos en torno del cuello.

Su mano sabía el camino. Húmeda y caliente, mi flor se abrió para sus dedos traviesos. En ese preciso instante nos besamos haciendo bailar nuestras lenguas una danza pasional y cachonda. Mis labios se derritieron al ser mordisqueados sensualmente por su boca insaciable.

Mis pechos encontraron en las palmas de su otra mano un reposo divino. Toqué mis pezones y alcé mis senos hasta su boca para que los besara y los lamiera.

De pronto me tomó por la cintura y me llevó hasta el epicentro de la cama. Se acomodó encima de mí e hizo a un lado todas las almohadas. Había algo salvaje en su gesto, en su mirada, en su pecho velloso y canoso agitado por su respiración desbordada. El deseo era evidente. Su pene estaba izado como un asta, apuntándome como una amenaza de éxtasis a punto...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR