Diario íntimo de Lulú Petite

Lulú Petite

EL GRÁFICOVenimos a coger. Querido diario: Creo que había pasado un año desde la última vez que vi a Fabricio. Es de los clientes a los que he visto en varias ocasiones, pero hacía mucho que no llamaba. Está por jubilarse, aunque no lo aparenta. Pero igual me llevé una sorpresa grande al verlo después de tanto tiempo. Subió un poco de peso. No mucho, peso se le nota, sobre todo en los cachetes.

Sonriendo me dijo que no tenía que fingir, que él sabía que estaba cambiado.

?Sí te veo más?

?Gordo ?respondió él.

En la habitación, cuando nos pusimos al día y estábamos más cómodos, me explicó que se estaba sometiendo a un tratamiento de esteroides que lo hacían hincharse, por eso su aspecto nuevo.

?Pero ¿estás bien?

?Sí ?contestó restándole importancia al asunto?, no te preocupes. Ya lo peor pasó.

Se metió al baño y cerró la puerta. Escuché que el agua comenzaba a correr en la ducha.

?Sólo necesito quitarme el olor del día ?gritó del otro lado de la puerta?, no tardo.

Mientras se preparaba por su lado, yo hacía lo mismo por el mío. Puse a la mano el lubricante y los condones, me quité los zapatos y el vestido.

Como aún no salía, me puse a leer mensajes en Twitter. Estaba bocabajo, perdida en las publicaciones que se iban desplegando, cuando sentí a Fabricio detrás de mí. Ni me había dado cuenta de que la ducha ya no sonaba. Recostó su entrepierna primero, luego sentí su cuerpo. Estaba húmedo y frío de la ducha, pero su aliento cálido y fresco en la parte de atrás de mi oreja me hizo hervir el primer tramo del deseo.

?Ha pasado mucho tiempo, Lulú ?me susurró al oído escurriendo una mano hasta mis senos?. ¡Qué rica! ?dijo luego tomando uno como un jugoso melón.

Le había cambiado el porte, pero también el ánimo. Estaba más pícaro y cachondo que de costumbre. Alcé las nalgas y con ellas encontré lo que buscaba. Se sentía como un garrote de cuero duro y palpitante. Estuvimos un buen rato así, restregándonos las ganas, como generando el calor para la fogata que estábamos a punto de encender.

De pronto, Fabricio se incorporó en la cama, me ayudó a darme media vuelta y de un zarpazo se zafó de la toalla que llevaba en la cintura. Estaba más que listo. Lo ayudé a colocarse el preservativo y, sin más preámbulos, me agarró por la cadera y me llevó hacia el borde de la cama.

Coloqué mis talones sobre sus hombros y me agarré de la sábana. Me penetró suave y plácidamente, disfrutando cada milisegundo de esa primera sensación. Su miembro entró en...

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