Diario Íntimo de Lulu Petite

A lo que vamosLulu Petite

EL GRAFICOQuerido diario: El sábado me habló Teo. Quería terapia esa misma noche. Tenía cierta fogosidad en la voz. Tampoco es que lo conociera mucho, la verdad. Lo he atendido, como mucho, tres veces durante este año y no hemos intercambiado más que lo que básicamente intercambio con todos mis clientes: un rato rentado de buen sexo. Quedamos de vernos a las ocho y, como ya eran más de las seis, me fui a terminar mis cosas para estar lista a tiempo.

Las horas pasaban volando. Sin darme cuenta, el día se había consumido. Salí del vapor de la ducha caliente y me vestí para la ocasión. Los días han estado raros. Las de la mañana y las de la noche son horas heladas, pero las de medio día tienen un sol quemante. En el coche, vi mi reflejo en el retrovisor, lo encendí y pisé el acelerador. Era esa hora en que, sobre todo en estas fechas, la ciudad es un hormiguero enloquecido, coches en fila india, avanzando más lentamente que los peatones.

Teo me llamó. Ya se había instalado en la habitación y esperaba por mí. Le dije que estaba a dos cuadras, pero el tráfico era impredecible, igual podía llegar rápido o seguir estacionada leyendo las placas del camión que tenía enfrente. Teo no es que sea impaciente. Es ansioso.

Tardé un poco, pero llegué a tiempo. Me estacioné, pasé por recepción, subí al piso indicado y caminé por el pasillo buscando su puerta. Abrió como un petardo. Estaba inyectado en adrenalina.

?Pásale, Lulú, pásale ?dijo.

No sé por qué, pero repentinamente me sentí como una universitaria entrando a la casa del profe con el que fantasea. Teo tenía la tele en mute. Su saco colgaba como un monigote en el respaldo de un sillón.

Me senté en el filito de la cama y le pregunté cómo estaba, le dije que qué bien que me había llamado otra vez. Realmente me daba gusto, es un tipo agradable y buen amante. A Teo le gusta recibirme con un beso en los labios. Un piquito de novios de lo más cursi, pero que lo define muy bien. Sin embargo, a pesar de su toque romántico, sabe muy bien que vamos a lo que vamos. No se complica. Digamos que mientras corre el reloj y su dinero es saldo conmigo, vive la fantasía. Pero hasta ahí.

Teo se traía un cuento. Un amigo ingeniero le había traído, directamente desde las costas de Venezuela, un coctel de moluscos y crustáceos que en tierras tropicales llaman rompecolchón. Un afrodisiaco natural, como claramente indica semejante nombre.

?Haz de cuenta que reutilizan un frasco de mayonesa y lo...

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