Diario Íntimo de Lulu Petite

Le cogí cariñoLulu Petite

EL GRAFICOQuerido diario: Conozco a Gerardo desde hace un año. Hace tiempo perdió el trabajo. Antes de eso le iba muy bien, pero las cosas se le cuatrapearon antes de que pudiera meter las manos. De la noche a la mañana pasó de recibir un sueldo muy bueno a no tener con qué llegar a fin de mes. Luego vino el divorcio, los problemas, todo se fue al carajo. Las cosas son así. Su ex mujer mantenía un buen trabajo y arregló que la separación quedara en términos que para ella parecían mejores. Ella se quedó con la casa, él con los coches y ninguno daría pensión al otro ¡Salomónico! Él sería papá de fines de semana y ella, de lunes a viernes.

Perderlo todo es complicado. Los ahorros se van como agua y pronto la esperanza empieza a darse de trancazos con la realidad. Cuando el efectivo escaseó, tomó la decisión de vender sus coches. Uno por uno. Tenía tres carritos de buenas marcas. En eso estaba cuando se enteró de que existía algo, en ese entonces novedoso: Uber. La empresa estaba comenzando. Hoy, dice, hay muchos choferes y los filtros son menos rigurosos, pero en ese momento, las cosas se dieron que ni mandadas a hacer.

Metió un coche, que él mismo manejaba, y poco después se apalabró con choferes para poner los otros dos. Le empezó a ir muy bien y, sacando de aquí, poniéndole allá, levantó otro negocio, un restaurantito en el que también le está yendo de maravilla.

Hoy, se puede dar ciertos lujos. Bien dicen que cuando la noche está más oscura es señal de que empezará a amanecer. Hace dos días estaba en el gimnasio cuando llamó.

?¿Qué onda, Lulis? ?dijo con afecto.

Había tenido unos días buenos y, con efectivo en la cartera, se quiso dar un gusto. Una vez le pregunté si no le angustiaba despilfarrar, después de aquella bancarrota, pero no. Si cae dinero, se lo gasta. Quedamos en vernos esa misma noche. Gerardo me había comentado hace unas semanas por Twitter una foto en la que salía usando lencería negra. Había escrito que me quedaba bien y que le gustaría quitármela él mismo. Me acordé de eso y decidí ponérmelo. Cuando recibí la confirmación del número de habitación en el motel, donde siempre nos vemos, salí para allá.

Entré, subí por el ascensor y caminé hasta su puerta. Iba a tocar cuando él abrió de repente.

?Pásale, amiguita ? Siempre me dice así, amiguita, pero con un tono tan cariñoso, que realmente lo empiezo a considerar como un amigo.

Estaba contento a su manera. Tenía prisa por empezar, pero se dio su...

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