Diario Íntimo de Lulu Petite

Las nalgas de la suegraLulu Petite

EL GRAFICOQuerido diario: El miércoles me habló Juanjo, un cliente de Ixtapa Zihuatanejo, es moreno con chinos castaños y ojos color miel. Lo conozco desde hace tiempo. Estaba con Luisa y Carolina tomando mojitos en un bar por la Condesa cuando sonó mi cel y vi su nombre en la pantalla.

?A poco ya te vas ?reclamó Carolina.

?Déjala ?salió Luisa a mi rescate? Ya está grandecita.

?Por eso ?insistió Carolina ?Ni que se le vaya a hacer calabaza la carroza? Me reí y le hice unos caracolitos con los dedos a modo de despedida y de desaire. Creo que no le pareció mi escapatoria y empieza a chocarle que, cada vez que suena mi celular, si es trabajo, las abandono.

Para ser justa, Carolina estaba contándonos algo serio. Bueno, es de esos chismes serios que dan un poco de risa. El tema era algo así: está saliendo con un chavo, Mateo. Y no es que estuviera loca por él, pero la estaban pasando muy bien. Entonces hubo alguna fiesta familiar en la casa de un tío de Carolina. En fin, no sé a ciencia cierta por qué ella invitó a este chavo. Mateo no se puso nervioso por saber que conocería al papá, mamá, hermanos, primos, tíos y demás tribu de Carolina. Iba sin preocupaciones. Todo iba bien, hubo una carne asada en un patio, mucha familia, chiquillos corriendo, adultos pisteando, todos en la pura fiesta. De repente Carolina ve a Mateo, con el tenedor sostenido en alto, masticando como si rumiara pasto, mirando algo fijamente. Carolina volteó a ver y vio las redondas nalgas de su mamá, quien estaba inclinada juntando hielo en un vaso. Pero lo más chistoso no termina ahí. Carolina le propina un codazo y el fresco ni se inmuta, sino que le dice que su mamá está bien buena. Carolina, ni modo, también se pone a admirar el panorama y ambos se sienten hipnotizados por el tambaleo de la retaguardia materna.

Los hombres y sus fantasías. El caso es que en eso sonó mi cel y no pude seguir escuchando lo que vino después. No supe si se fueron a los putazos o si se amaron locamente. Estábamos recién desempacados del puente anual de septiembre, cortesía de Don Miguel Hidalgo, pero yo no estaba para andar perdiendo tiempo. Todo lo que sé es que mi adorable cliente esperaba por mí en el cinco letras de siempre.

Ya en el motel caminé hacia el ascensor. Dos chicas de cabello muy corto detuvieron la puerta para que pudiera entrar. Se me quedaron viendo el escote. Les sonreí y me sonrieron. Luego se agarraron de manos y se bajaron en el mismo...

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