Diario Íntimo

(Embargada para sitios en internet hasta las 24:00 horas locales)Las Aventuras de Lulu PetiteLulu NievesEL UNIVERSALEl hombre nuevo Querido Diario: Conocí a un hombre nuevo. No lo conocí hoy, sino hace más de un año. Después de hacerme el amor, me contó su historia. Esa mañana, como todas, salió en bata y pantuflas a sacar la basura de su casa. Como se le había hecho un poco tarde y el camión había pasado ya frente a su puerta, corrió para alcanzarlo. En la carrera, una pantufla salió volando y el buen hombre dio el resbalón. Su cuerpo golpeó contra el piso y escuchó, a un par de metros, un bip-bip, que anunciaba al enorme camión avanzando en reversa hacia su cuerpo tendido.Afortunadamente, el grito oportuno de uno de los que vacían los botes en el camión, permitió que el asunto pasara de tragedia a anécdota e hizo que el chofer se detuviera a unos centímetros de dejar al hombre despanchurrado a media calle. Se puso de pie con apenas un raspón en la rodilla. Cuando levantó la vista, varios vecinos estaban de curiosos felicitándolo por haber salvado el pellejo.Él acomodó su pijama, se sacudió el polvo, cerró su bata, recogió la pantufla que había perdido y se metió a su casa agradeciendo a los vecinos y salvando su dignidad, casi pisoteada (literalmente) por toneladas de basura.Según me dijo, sentirse tan cerquita de chupar faros, le hizo replantearse de sopetón sus prioridades. A sus sesenta y cuatro años ha hecho muchas cosas, pero se ha quedado con ganas de muchas otras. Su pensión es buena y su vida, razonablemente estable. Es viudo y sus hijos viven sin problemas. No tiene ganas de hacer viajes, de comprarse un deportivo convertible ni de tener una casa en la playa, como muchos de su generación, pero sí de tener una aventura lo más cachonda posible con una mujer joven y bonita, que tuviera la piel firme, el vientre tenso, los senos macizos, las formas redondas y tiernas como la piel de un durazno. Que oliera a nueva, a perfume caro, que sus labios tuvieran todavía la sal y el azúcar de la primavera, pero la experiencia del sexo vivo, de la sangre ardiente, del deseo.Desde luego, frente a la revelación incuestionable del milagro con el camión de la basura, aquel hombre no iba a andar escatimando para atender sus pendientes. Ya alguna vez había leído mis colaboraciones y como tratándose de segundas oportunidades, no se pone uno a pensar en que amores de sesenta y veinte se dan así nomás buscando romance, decidió ahorrarse esfuerzos e ir a...

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