Diario de fatigas / Vigencia de un clásico

AutorChristopher Domínguez Michael

La obra de Carlos Díaz Dufoo hijo, compruebo al hacer cuentas bibliográficas y críticas, se ha convertido en un pequeño clásico del siglo veinte mexicano, en una de esas creaciones que acaban por resultar perfectas en su incompletud. O en su fracaso, como diría el mismo Díaz Dufoo, autor de un diálogo sobre el éxito literario. Sus Epigramas alcanzan, con ésta, la octava edición (total o parcial) desde que aparecieron en 1927 en París, bajo el cuidado de Alfonso Reyes. El asunto tomó su tiempo y hubo que esperar hasta 1958 para que José Luis Martínez resucitara a Díaz Dufoo al incluirlo en el tomo primero de El ensayo mexicano moderno.

Martínez mismo, usando como presentación la nota necrológica que publicase Julio Torri en 1932, en la revista Examen, publicó Epigramas y otros escritos (INBA) en 1967. Serge I. Zaïtzeff reunió en 1981 un volumen en el que se hacía compartir con la de Ricardo Gómez Robelo (1884-1924) toda la obra de Díaz Dufoo (Obras, FCE).

A ese cuerpo establecido no se le ha agregado nada nuevo, hasta donde yo sé e incluye, junto a los Epigramas, tres diálogos, dos obras de teatro (El barco, 1931, y Temis municipal, 1940), la "Carta a un amigo" (a Xavier Icaza en 1920), el "Ensayo de una estética de lo cursi", una reseña sobre Antonio Caso y la oración fúnebre en memoria de Miguel S. Macedo.

Escritor portátil y escritor-que-no-escribe, como lo llamó Alfonso Reyes, Díaz Dufoo (1888-1932) se adapta bien al temperamento del nuevo siglo. Releyéndolo, vuelvo a encontrar en él a un nietzscheano del tipo más agradable: seco y al grano, ajeno a la estridencia. Un nietzscheano rebajado por el escepticismo, como el Paul Valéry de los últimos años, el de Tel Quel (1941-1943), que Díaz Dufoo ya no leyó.

"El espíritu crea al espíritu", escribió ese dandy perfecto que recuerda Castro Leal y quien es también, por nervioso y por suicida, una anticipación de Jorge Cuesta. Pero Díaz Dufoo fue esencialmente un esteta: su crítica de lo natural viene de Oscar Wilde y su principal nutriente fue Walter Pater.

Quince años antes que Ramón Gómez de la Serna, cuyo Ensayo sobre lo cursi es de 1934, Díaz Dufoo publicó, en 1916, "Ensayo de una estética de lo cursi", su pieza de resistencia. Comparando ambos ensayos se puede fijar la frontera, el límite, en el cual se quedó el autor de los Epigramas. Más eduardiano (para decirlo a la inglesa) que finisecular, Díaz Dufoo aparece ya despojado del oropel decadentista y de sus erotomanías, pero también es un...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR