Diario de Fatigas / El jardín de infancia

AutorChristopher Domínguez Michael

El México de Bolaño, como la Normandía de Flaubert, la Colombia de García Márquez o el San Petersburgo de Andrei Biely, son tierras de la imaginación cuyo nexo con la realidad geográfica es, por fortuna, aproximado. Pero en México se ha vuelto un lugar común decir que desde Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, que es una novela de 1947, no se había escrito una novela sobre México o teniendo a México de escenario como Los detectives salvajes.

Bolaño estuvo en México entre los 15 y 22 ó 23 años. Y, en medio, hubo un regreso a Chile, que es cuando le toca estar en el 11 de septiembre del 73, en el golpe militar. Luego, en 1976, Bolaño se va a Europa y nunca regresa. Pero sus años mexicanos son los años formativos, y los años formativos de un hombre de su sensibilidad artística e intelectual no pueden ser sino decisivos: llegó en la adolescencia y aquí vivió la primera juventud, hizo sus primeras lecturas, vio el escenario de toda su obra futura y se fue. Su México tiene una serie de características que lo hacen no sólo entrañable sino también intensamente poético: captó una serie de cosas en las que los nacidos en la Ciudad de México no habíamos reparado, y que tampoco veían, creo, los mismos poetas mexicanos. Debo aclarar que yo nunca vi a Bolaño ni hablé con él, ni en sus años mexicanos (yo era niño) ni después.

En varias ocasiones, a lo largo de su obra, Bolaño habla, por ejemplo, de los atardeceres en el Distrito Federal, cómo se tarda en caer la noche de una manera lenta y desesperada. Esto, que puede parecer una vaguedad, una nimiedad y que se le puede ocurrir a cualquier poeta, es un descubrimiento, un descubrimiento que sólo puede hacer un poeta. También tomó la esencia del lenguaje coloquial, vernáculo y de los jóvenes, que conservó como una especie de tesoro a lo largo de su vida viajera; el resultado de ello son novelas que funcionan como un depósito formidable de la manera en que se hablaba en México entre 1968 y 1976. A veces Bolaño se equivoca en algunos usos del verbo chingar, pero eso ocurre, y a él no le molestaría ser sorprendido jugando con las palabras mexicanas. Y tenemos, finalmente, una idea excepcionalmente lúcida de nuestra literatura y vida literaria, como lo muestra la siguiente, inquietante cita, que no creo que sea inútil leer: "La literatura en México es como un jardín de infancia, una guardería, un kindergarden, un parvulario de infancia, no sé si lo podéis entender. El clima es bueno, hace sol, uno puede salir de...

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