Diario de fatigas / Estreno de un crítico

AutorChristopher Domínguez Michael

Goethe, conversando con Eckermann (con quién si no con él), le dijo en 1827 que el mejor periódico de Europa era entonces Le Globe, de París, el único que justificaba su idea de la literatura mundial, insistiendo que sólo ese diario, que devoraba de principio a fin, se preocupaba por universalizar a las literaturas nacionales.

Años después, Sainte-Beuve se evanescería de ese comentario, creyéndolo debido al influjo directo de su primer estudio sobre Victor Hugo, poeta que Goethe empezaba a admirar.

Parece que no fue así, mala onda, pues la conversación entre Goethe y Eckermann ocurrió sólo dos días (4 de enero) después del artículo de Sainte-Beuve y aunque entonces circulaban las novedades literarias más rápido de lo creído por nosotros, es improbable que aquello se haya leído en Weimar a tiempo.

Goethe se refería a un artículo del año anterior, del filólogo Jean-Jacques Ampère (1800-1854), sobre sus obras dramáticas. Pero el detalle pinta bien la influencia de Le Globe, diario fundado en septiembre de 1824 por Paul-François Dubois (1793-1874), un antiguo carbonaro amante de todo lo nuevo, que no pudiendo hacer periodismo político, dada la fragilidad de la libertad de prensa bajo la Restauración, hizo un magnífico diario literario.

Dubois invitó a colaborar a Sainte-Beuve, que había sido alumno suyo, de retórica, en el Liceo Carlomagno, abriéndole la puerta de la crítica literaria en un sitio peligroso: Le Globe lo hacían talentos oscuros, faena de estudiantes expulsados de las universidades por sus ideas radicales, ese diario se convertiría, en 1831, en la principal tribuna de los socialistas utópicos saintsimonianos.

Pero en aquellos primeros días era todavía un periódico liberal, no tan heterodoxo y romántico como su director llegó a recordarlo en sus memorias, dibujando una publicación plena en anticipatorias virtudes románticas alimentadas de una casta piedad propia de los antiguos, amigo del gusto y la innovación. No era para tanto, pero era mucho.

En una estampa reproducida más tarde por el propio Sainte-Beuve, recordará Dubois a su discípulo consumido o animado por la melancolía, pues esas dos maneras (animarse y consumirse) se combinan en la extrema juventud.

La voluptuosidad sensual y triste del joven, según Dubois, apenas quedaba contenida por las doctrinas rigurosas y mecánicas de Helvetius y Hobbes que profesaba.

Tras advertirle sobre los peligros, las miserias y las persecuciones del periodismo y sin regatearle el consejo, por...

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