Diario de fatigas / Diarios de Segovia

AutorChristopher Domínguez Michael

La "estética vivida" de Tomás Segovia (1927-2011) tuvo en sus diarios, me parece, el taller general de su inspiración, lo cual es casi una obviedad dado su celo de artesano. Fue grande el poeta y el ensayista, sin duda, pero no fueron pocas las horas dedicadas por Segovia a la pintura o a la música, a escucharla, pero también a practicarla, tocando la flauta; a escribir teatro y montarlo. Aficionado a la imprenta y a sus artes, en sus últimos lustros fue un entusiasta de la autoedición que la computadora permite, lo cual hizo posible, como él lo dice en la advertencia de El tiempo en los brazos (cuya primera edición mexicana aparecerá en breve coeditada por Ediciones sin Nombre y la Fundación para las Letras Mexicanas), ediciones caseras de algunos de sus cuadernos, pues él no los llamaba diarios, aunque durante periodos muy importantes de su vida, lo fueron.

Necesitaba del ruido del mundo para existir y por eso Segovia fue un poeta de café, quizás el último. Es imposible imaginar a un escritor en el café desarmado sin su cuaderno, sea concebida como extensión portátil del gabinete de trabajo o como ese otro yo cómplice que al abatir la soledad, la nombra, la delimita, la aísla y pone al solitario en trance de negociar con ella. "Estar solo no es todavía ser un solitario", escribió el 19 de mayo de 1952.

Voltaire decía de Rousseau, el paseante solitario, que éste nunca viajaba solo, sino que lo hacía con su amante, la fama. De semejante manera, Segovia viajó siempre en la compañía de sus cuadernos, algunos de los cuales sufrieron las eventualidades del viaje y se perdieron los correspondientes a dos periodos, 1967-1976 y 1978-1981. Sobrevivieron dos tomos, este del que hablo y otro, un segundo volumen que abarcará de 1984 a 2011, el último cuarto de siglo en la vida del poeta. El conjunto no dejará dudas, me parece, sobre el lugar esencial de Segovia en nuestra literatura (la escrita en español en ambas orillas del Atlántico) y esa certidumbre podrá verificarse leyendo El tiempo en los brazos, que irá a reunirse con los otros diarios brotados de la fuente ibérica, como los de Josep Pla, Julio Ramón Ribeyro o Miguel Torga, en lo que a mis predilecciones toca.

Estando la idea de taller en el corazón de la estética vivida de Segovia, ello no quiere decir que las páginas de sus cuadernos sean sólo bocetos, borradores o materiales crudos, almacenadas para su posterior refinamiento. Hay poemas desechados e ideas que habrían de fecundar más tarde...

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