LA DIABLA / Sicarios Show

AutorVera Milarka

El trabajo de los críticos de teatro, como el de los matones a sueldo, nunca es personal, lástima que esto no se acabe de entender. Así que, a riesgo de padecer desplantes, vacíos colectivos y no formar parte del "Club de los Halagos Mutuos", simplemente haré lo que como espectadora entrenada, mi consciencia me dicta.

Los asesinos, texto y dirección de David Olguín, cuya temporada en el Teatro El Galeón continuará próximamente a su regreso de Cuba, se estrenó en El Milagro como parte de los proyectos que han significado alianzas de creación y producción con gente de teatro de otros estados. En este caso, con un grupo de Chihuahua Carretera 45, antes Alborde Teatro.

El tema del narco, ese bajo mundo que culmina finalmente en el alto mundo que gobierna Estados, se ha convertido es un asunto teatral obligado, de múltiples referencias, y hoy en día cuesta mucho trabajo distinguir las obras sobresalientes por su originalidad de las que se escriben y montan a destajo porque "está de moda", y es que se está estandarizando no sólo el tema sino con éste también sus personajes.

David Olguín ha usado prácticamente una galería de personajes y situaciones que son lo más trillado y sobado del lugar común, y he allí que la obra se gasta, amén de que la tensión dramática en cierta forma se sabotea y no se sostiene en una idea sólida.

Lo que inicia en un tono casi shakesperiano en un largo monólogo del personaje El Chaparro (Antonio Zúñiga), luego se torna en una comedieta musical absurda, desfogue cómico de recursos fáciles, más que de humor negro, que es lo que al menos yo esperaba en particular de esta obra, convertida en un show de sicarios amateurs.

No obstante, lo que más llama la atención no es esta troupe de miserables asesinos guiados por un misterioso profesor gringo cuyo léxico es ilegible; mezcla alambicada de enajenados al estilo Kusturica bajo la batuta de los Hermanos Coen, sino el sabotaje de la primera parte delirante de un personaje que inicia siendo central y luego se diluye flagrantemente en uno del montón, sin causación ninguna.

Gracias a Antonio Zúñiga, a su excelente actuación y a esa parte del texto que es lo que parecía reivindicar la obra y no...

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