LA DIABLA / Lo bueno y lo malo

AutorVera Milarka

¿Qué pasó con Sonia, del Tío Vania, y con Andrei Sergueievich, de Tres Hermanas, o con Elena Ivanovna y Grigory Stepanovich Smirnov, de El oso; esos personajes de Anton Chéjov?, lo que el irlandés Brian Friel (1929) plantea en un "escenario utópico": After play (secuelas chejovianas) actualmente dirigida por Ignacio Escárcega en el Teatro Santa Catarina.

Así, en una híbrida composición que imagina las posibilidades de un "después" como en los cuentos infantiles, donde al menos en la primera obra no vivieron "juntos y felices", Sonia (Mónica Dionne) y Andrei (Rodolfo Arias) se encuentran en un café de principios del siglo 20, que bien podría ser uno cualquiera de nuestros días.

Allí se pone en juego, ya no una antigua historia rusa contada en un espacio moscovita, sino la interacción de dos seres que viven atravesados por la soledad y su melancolía amorosa, con sus propias secuelas de identidad: de lo que han ido perdiendo en el camino de la vida.

Lo bueno es que en esta pieza (la primera de las dos) podemos ver cómo los actores son capaces de llevar "a capela", sin otro artificio o énfasis que acentos musicales a cargo de la violinista Martha Moreyra, el peso de la obra.

A partir de, quizá, la famosa "pausa" chejoviana, se despliegan toda clase de transiciones sutiles en los personajes que se van desbaratando, desde las más pequeñas mentiras piadosas, hasta las ficciones en las que redunda Andrei, un violinista en desgracia que termina por abrir una brecha de personalidad ante la honesta y vertical Sonia, pero que no deja de unirlos el vacío que poco a poco se va agotando junto con la botella de vodka.

Mónica Dionne como Sonia resulta impecable en su rigor actoral: imagino que estas obras que Chéjov escribió expresamente para la compañía de Stanislavski, el director estaría orgulloso de una actriz como ella; lo malo es que Rodolfo en cambio, me recordó a mi amigo Enock Rodríguez, un buen actor que toca en la Filarmónica de Acapulco -muy simpático por cierto-, porque siendo gay juega mucho con los modales estereotipados de los amanerados; no obstante este estilo debilita enormemente la condición del personaje de Arias...

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