Devoran su elección

AutorHaydé Murakami

Enviada

TOKIO, Japón.- Es la hora del almuerzo en la escuela primaria Nishikasai, ubicada en un barrio clasemediero de la capital japonesa.

Los niños saben que es hora de almorzar aunque no haya reloj a mano. De un minuto a otro, el silencio comienza a rasgarse con risitas y cuchicheos que crecen hasta hacerse carcajadas y gritos que nadie censura.

No hay que ir al comedor. Aquí se come en las aulas, porque el mero acto de comer es parte de la educación integral de los alumnos.

Los más pequeños aprenden modales en la mesa, los de grados medios ya conocen los grupos alimenticios y la importancia de combinarlos adecuadamente, y los más grandes no sólo ya son expertos en planear una comida balanceada sin necesidad de mirar el círculo nutricional, sino que saben de dónde provienen los productos que tienen en el plato.

Los niños de ocho años comparten hoy su almuerzo de todos los días con observadores de varios países.

Al menos hasta donde alcanza la vista, ni en las aulas y ni en los pasillos aparece un solo niño obeso.

Los observados de esta mañana son anfitriones generosos, aunque no parecen comprender del todo cuál es el interés en ellos.

Señalan con su par de palillos y describen lo que hay en su "bento", o charola del almuerzo, como dudando seriamente de la inteligencia de los convidados: sopa de miso, arroz, pescado, fruta, leche... ¡Ni modo que papas fritas!, parecen...

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