Detención y rabia

AutorJorge Ricardo

TAPACHULA.- Todo fue un fracaso, habrán visto entonces que sufrir nunca sirvió de nada y, sin embargo, es tan rabioso pensar en la chancleta con pus y sangre de la guatemalteca Catherine Díaz que libraba apenas la brasa negra del pavimento.

Arrastraba a sus dos nenes, cargaba una maleta, miraba lo que quedaba de la vanguardia de la caravana: haitianos, rápidos y potentes, desesperados, que iban ya muy lejos.

"Ellos están acostumbrados a caminar, me imagino, porque ni llagas tienen en los pies, y nosotros, si usted me viera una llaga que tengo en el otro pie se asusta", dice.

Había caminado tres días y dos noches de Tapachula a Escuintla. El dolor no le permitía pensar que iba a Mapastepec: a seis horas a pie. Ni el dolor ni su esposo Gherson que iba a unos metros atrás, con un desgarre en la pierna.

Tampoco él podía pensar porque era el último de una caravana de 300, 350 hombres y mujeres que habían salido desde las seis de la mañana.

Damiana, una nena de cuatro años, que la noche anterior, en el estrepitoso aguacero de Escuintla, se cayó y se abrió la cara. La cargaba su padre, Nilton Lizandro, otro guatemalteco, de 41 años, de Tiquisate, "de allá donde si te amenazan o huyes o matas, lo que sea primero".

Nilton decidió huir un mes atrás con Berlin, su esposa, y sus cuatro hijos. Nilton, el mayor que ya sabía decir su edad con todos los dedos de la mano, y la más chica, Niraldy, de dos.

Originario de Guatemala y deportado de California, Nilton Lizandro cargaba además una maleta, más pesada que los cuatro niños juntos. Nilton, el pequeño caminaba. Berlin cargaba a la menor. Niraldy iba en brazos de un haitiano bondadoso. Al final, por rescatar a Niraldy, Nilton Lizandro iba a ser detenido. Esa es la rabia.

La misma con la que maldecía el cubano Juan Díaz, nacido en San Miguel del Padrón, lugar de lodo, mugre y mierda, a 40 minutos de La Habana del turismo revolucionario. Señalaba al régimen que lo llevó a buscar una mejor vida en Venezuela, luego en Chile y ahora en el capitalismo más feroz del planeta, donde hasta los pobres de regímenes comunistas saben que serán más ricos.

De paso, maldecía al Presidente López Obrador por decirse humanista y mandar a la Guardia Nacional (GN) que los había golpeado el

sábado en Huixtla.

"Son los mismos revolucionarios, son los mismos", gritaba, rezagado, Juan Díaz, con el pelo a rape, las bermudas azules y los tenis gastados.

"Yo viví en Venezuela cuando vivía Chávez. Que...

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