Los destinos de una novela

AutorCarlos Fuentes

Pocas cosas más misteriosas que el destino de un libro. En 1933 William Faulkner publicó Luz de agosto, una obra maestra que jamás apareció en las listas de los best sellers. La novela más vendida ese año fue Anthony Adverse --Adversidad-- de Hervey Allen, una novela de aventuras disfrazada de novela de destino (algo así como Al filo de la navaja de Somerset Maugham situada en la era napoleónica) que hoy nadie lee, pero que esta enciclopedia andante del cine que es Carlos Monsiváis recordará como una película de la Warner Brothers con Frederic March y Olivia de Havilland. Faulkner, en aquellos años, era considerado en Estados Unidos como un escritor regional y provinciano. El eminente crítico Allen Tate se lo despachó como un "Dixie Gongorist", es decir, un ilegible barroco del Mississippi. Fue necesario un artículo de Jean Paul Sartre publicado en París para darle a Faulkner su extraordinaria dimensión universal.

Pero los franceses también cuecen habas --o tuestan castañas. La editorial Gallimard rechazó Por el camino de Swann de Marcel Proust, alegando que era una simple crónica periodística de chismes mundanos --una versión literaria de la revista ¡Hola! Fue necesaria la intervención de un André Gide arrepentido de su error inicial para que Proust encontrara cabida, años más tarde, en la más prestigiosa editorial francesa. En 1963, visité por primera y única vez a la difunta Unión Soviética. En el aeropuerto de Moscú, Vnukovo, una anciana afanadora, terminó su trabajo y se sentó a leer un libro.

--¿Qué está leyendo? --le pregunté a mi guía e intérprete, un joven hijo de republicanos españoles refugiados en Rusia.

--Rojo y Negro de Stendhal --me contestó, después de cerciorarse. Cierto o falso, la verdad es que la novela de Stendhal, al ser publicada en 1830, sólo alcanzó a vender un centenar de ejemplares y fue despachada con asco por críticos y lectores como la obra de un peligroso hipócrita, impúdico y falsario. Tardó casi un siglo para que un gran crítico, Henri Martineau, la rescatase del olvido. La afanadora rusa, por cierto, hoy no leería, ni por sospecha, a Stendhal. La encontrarán ustedes disfrutando de un pornovideo en su tele.

Con razón me decía hace poco Milan Kundera: "En lo que fue el bloque soviético, el capitalismo ha logrado lo que el comunismo jamás logró: acabar con la cultura". Pero este es otro rollo y nos llevaría a discutir si se escribe mejor en contra de una dictadura o en un clima de cómoda libertad. O como decía...

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