Después de Hermann Hesse

AutorLuis Xavier López Farjeat

El romanticismo es una peste. El fascismo de D'Annunzio, el cine de Eisenstein y el surrealismo son sus residuos. Una de sus características más comunes es, sin duda, la cuestión psicológica o el estado de ánimo latente en todos sus protagonistas. Se trata de un sentimiento melancólico y una insatisfacción crónica. Es un carácter que muchos han ostentado como sensibilidad y lo han distinguido del sentimentalismo. El romántico trata, más o menos, de ser lo suficientemente receptivo, crítico e inconforme para hacerle creer a los demás que él es distinto de todos. Presume de introspección y, por ello, le parece que lo más propio para un poeta es ser retraído. El mito del artista romántico se ha extendido por el mundo como un parásito difícil de erradicar: está de moda estar deprimido.

Los jóvenes artistas se piensan que la depresión les permite ser genios. Miran con envidia esa vieja generación del Sturm und Drang (Schiller, Goethe), al grupo del Atheneum fundado por los hermanos Schlegel y, por supuesto, a todas esas figuras fantasmales que desde el siglo 19 marcarían profundamente casi dos siglos de arte y literatura (H"lderlin, Novalis, Von Kleist). Muchos se convencieron de la ingenuidad de un contemporáneo del romanticismo alemán: Kierkegaard. Lo propio del espíritu romántico, en palabras finamente irónicas de Hegel, es ser un alma bella. La nobleza sentimental y el drama de los desgarramientos del ser humano es convincente en la mayoría de aquellos poetas. La palabra que mejor define su sentir es Sehnsucht. Mittner la entiende como un deseo ardiente o mejor, como búsqueda del deseo siempre insatisfecha. Nietzsche será el crítico de ese sentimiento que otros han denominado la nostalgia del absoluto. No obstante, ese extrañamiento de la conciencia marcaría la historia de la literatura y, entre tantas figuras, la de Hermann Hesse.

La mayor parte de las biografías de Hermann Hesse lo presentan como un continuador del romanticismo alemán. No es raro que el escritor que nos acompañó a todos en nuestras crisis de adolescencia sea considerado una extensión -un residuo- de la revuelta romántica. Al fin y al cabo, también toma como pretexto la inquietud humana, la ansiedad, la insatisfacción, el sentimiento de pérdida en el mundo y la incomprensión. Pero sobre todo, hereda esa insoportable manía de confundir las obras literarias con la biografía personal.

Herman Hesse, hijo de Juan Hesse, un aficionado a las letras nacido en Estonia y...

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